Sapiens: de animales a dioses (2015) hace un seguimiento de la evolución de nuestra especie, desde el surgimiento de nuestros ancestros más antiguos hasta nuestro lugar actual en la era tecnológica moderna. ¿Cómo hemos logrado nosotros, una especie de simios sin pelo y sin cola, dominar por completo todo el planeta? Estos resúmenes muestran los desarrollos y las tendencias que han permitido que el Homo sapiens llegue a la cima.
¿Qué beneficio ofrece? Sumergirse en el viaje de 300 000 años de la humanidad.
Si están escuchando esto, hay muchas posibilidades de que sean humanos. Los humanos somos bastante especiales. Estamos en la cima de la cadena alimenticia, llevamos décadas explorando el espacio, y somos la especie responsable de inventar la rueda, la agricultura, Internet, y, por supuesto, la pizza congelada. Hoy en día, prácticamente dominamos el planeta, y ni siquiera hemos existido tanto tiempo en él. Una de las principales preguntas que explora Yuval Noah Harari en su libro Sapiens. De animales a dioses, es cómo llegamos a esto.
¿Por qué nosotros? ¿Por qué el Homo sapiens? En los resúmenes de este clásico contemporáneo, nos llevaremos en un viaje vertiginoso hacia nuestros orígenes, y exploraremos momentos clave de nuestra historia, desde el desarrollo del lenguaje, hasta la creación del dinero, momentos que nos han convertido en quienes somos hoy.
Aunque no fue el primer humano, el Homo sapiens llegó para reemplazar a todas las demás especies humanas en la Tierra.
Los seres humanos pisaron por primera vez el mundo hace unos dos millones y medio de años. En ese entonces, no éramos tan especiales. No dividíamos átomos, ni intercambiábamos NFT.
En muchos sentidos, éramos simplemente un animal más, y no teníamos mayor impacto en nuestro medio ambiente que los loros, los guepardos o las medusas. Claro, teníamos cerebros grandes, caminábamos erguidos, usábamos herramientas y éramos muy sociales, pero no éramos los únicos. Había muchos otros humanos alrededor. Es un error común pensar que el Homo sapiens, la última especie humana en entrar en escena, evolucionó de forma lineal a partir de especies humanas anteriores, cuando en realidad, los primeros Homo sapiens existieron a la par de al menos otras seis especies de humanos. Estaba el Homo floresiensis, un pequeño ser humano arcaico que alcanzó una altura máxima de un metro, pero que era lo suficientemente inteligente y organizado como para cazar elefantes. Estaba el Homo denisova, una especie nativa de Siberia que se descubrió en 2010, lo que plantea interrogantes sobre qué otras especies humanas extintas aún nos quedan por descubrir.
Y, por supuesto, estaba nuestro famoso primo, el Homo neandertalensis. A pesar de llamarnos sin pudor Homo sapiens, que en latín significa hombre sabio, definitivamente no éramos los únicos simios inteligentes que andaban por ahí. De hecho, los neandertales cazaban mamuts y perfeccionaron sus técnicas de asar carne mucho antes de que existiéramos. Además, sus cerebros eran más grandes que los nuestros. Entonces, si no éramos tan especiales en nuestros días de juventud, ¿cómo es que prosperamos y nos extendimos por todo el mundo, mientras que otras especies humanas se extinguieron y apenas dejaron rastro? ¿Qué sucedió con todos nuestros primos?
Hay dos teorías contradictorias para explicar esto, una un poco más íntegra y la otra más siniestra. La teoría del entrecruzamiento sugiere que el Homo sapiens comenzó a aparearse con otras especies de humanos, sobre todo con el Homo neandertalensis, lo que resultó en la fusión gradual de estas dos especies. Hay pruebas que respaldan esta teoría. El ADN de los europeos modernos contiene entre el 1 y el 4% del ADN de los neandertales y algo de ADN de otras especies humanas anteriores. Pero los críticos de esta teoría señalan que el apareamiento entre neandertales y sapiens rara vez podía ser posible porque eran especies diferentes y no poblaciones de la misma especie. La teoría del reemplazo, en cambio, sugiere que el Homo sapiens, gracias a sus habilidades y tecnología ligeramente superiores, llevó a otras especies humanas hacia la extinción, ya sea quitándoles sus fuentes de alimento o matándolas de forma violenta.
Si esta teoría es cierta, queda claro que no hemos superado nuestra tendencia a matar a otros humanos en función de disputas sobre recursos y diferencias superficiales. Entonces, ¿qué teoría es cierta? ¿Nos cruzamos con otras especies humanas y nos convertimos en una gran familia feliz? ¿O llevamos a nuestros primos a la extinción? El jurado aún está deliberando, y el debate continúa a medida que sigue llegando nueva evidencia, pero hay una buena posibilidad de que ambas sean en parte ciertas. En el próximo resumen, veremos más detenidamente las ligeras ventajas que los sapiens tenían sobre otros humanos que les permitieron dominar el mundo.
Con la revolución cognitiva, el Homo sapiens adquirió habilidades de pensamiento y comunicación que le permitieron conquistar el mundo.
La primera evolución de los sapiens se remonta a hace unos 150.000 años. Durante muchos milenios, se ocuparon más que nada de sus propios asuntos en África Oriental. No creaban ningún arte extraordinario, ni elaboraban herramientas complejas.
En un punto, intentaron migrar al norte y lucharon con los neandertales. Los sapiens perdieron y regresaron a su lugar, mientras que los neandertales siguieron dominando el Oriente Medio por otros 30.000 años. Pero más adelante, hace algunos 70.000 años, ocurrió algo verdaderamente increíble. Los sapiens empezaron a lograr grandes avances. Empezaron a construir barcos, aceite para lámparas y arcos y flechas. Formaron comunidades más grandes y más sofisticadas, y crearon redes de comercio.
También mejoraron sus técnicas de caza, lo que dejó un largo rastro de extinciones. Por ejemplo, hace tan solo 50.000 años, Australia estaba habitada por una multitud de mamíferos terrestres de gran tamaño, como perezosos terrestres de 6 metros de altura y armadillos del tamaño de minivans. Pero en el plazo de solo unos miles de años, desde la llegada de los Homo sapiens, la gran mayoría de estos animales, se extinguieron. Y luego, fueron otras especies humanas las víctimas de nuestros ancestros sapiens, como vimos en el último resumen. Cuando los sapiens dejaron África por segunda vez, lucharon contra los neandertales nuevamente. Esta vez ganaron.
No solo conquistaron el Oriente Medio, sino que eliminaron a todas las demás especies humanas de la faz de la Tierra. No se conoce del todo por qué los sapiens lograron esta nueva ventaja, pero algo sucedió con la estructura de nuestro cerebro, un salto evolutivo conocido como la revolución cognitiva. Antes, nuestro cerebro era similar al de los neandertales. Pero luego, como sugieren las teorías más aceptadas, una mutación genética accidental cambió nuestras conexiones internas y empezamos a pensar, aprender y recordar de mejor manera. ¡Una feliz coincidencia! Pero es más importante comprender los efectos de la revolución cognitiva que las causas de ella.
Y el resultado más importante de esta mutación genética aleatoria es el don del lenguaje. Entonces, no sorprende que el desarrollo de un lenguaje complejo fuera uno de los factores más importantes en la dominación del Homo sapiens. Profundicemos en los motivos.
La capacidad de desarrollar un lenguaje complejo le dio al Homo sapiens grandes ventajas, que le permitieron expandirse y prosperar.
Sin duda, no somos las únicas criaturas con lenguaje. Las abejas zumban para informar a sus camaradas sobre el paradero de los alimentos. Los chimpancés tienen llamadas específicas que significan, ¡cuidado! ¡un águila! que suenan un poco diferente a las llamadas que significan, ¡cuidado! ¡un león! Y lo más probable es que los neandertales tuvieran algún tipo de lenguaje más significativo que simples groñidos. Pero nuestra capacidad para el lenguaje es diferente. El lenguaje humano es increíblemente complejo y elaborado.
En particular, en comparación con los métodos de comunicación de otras especies. Es por eso que los sapiens gobiernan el mundo, mientras que las abejas están en peligro de extinción, los chimpancés están encerrados en zoológicos y los neandertales se han extinguido. Los Homo sapiens son animales sociales. Vivimos en comunidades. El lenguaje permite que la información fluya libremente entre los individuos en esas comunidades, lo que significa que las lecciones importantes, sobre alimentos, depredadores o incluso individuos peligrosos y no confiables dentro del grupo, se pueden compartir a un nivel mucho más detallado que cualquier otro animal. Por ejemplo, con el uso del lenguaje, una persona que ha encontrado abundantes árboles frutales, puede decirles a los demás exactamente dónde están.
Alguien que ha descubierto el escondite de un depredador puede advertir al resto del grupo que evite esa zona. En ambos casos, el lenguaje elaborado le da a la comunidad una clara ventaja. Pero quizás el mayor beneficio del lenguaje es que ayuda a crear un entendimiento común entre los miembros de un grupo, y esto es lo que les da a los humanos su ventaja única. Volvamos a las abejas y los chimpancés por un segundo. Las abejas también pueden trabajar juntas en grandes grupos, pero su cooperación es muy rígida y no pueden adaptar su orden social en función de los cambios en su entorno, como nuevas amenazas u oportunidades. Los chimpancés pueden cooperar con mayor flexibilidad y adaptarse a los cambios que perciben, pero solo pueden colaborar en grupos bastante pequeños porque para cooperar necesitan conocer íntimamente a la otra parte.
No lucharán juntos a menos que se hayan acicalado mutuamente, y como sacar con amor las liendres del pelo de un amigo lleva tiempo, generar confianza de esta manera no es factible en grupos grandes. Es por eso que las comunidades de chimpancés suelen tener un máximo de 50 individuos. El único animal que puede cooperar con flexibilidad y en grupos grandes es el homo sapiens. Y eso es porque a través del lenguaje no solo podemos compartir información sobre el mundo físico, sino que también podemos compartir información sobre ideas abstractas como dioses, historia y derechos humanos. Estas ideas a las que Harari se refiere como mitos comunes son creaciones ficticias de la mente humana y son nuestro invento más ingenioso hasta el momento. Son la piedra angular de la cultura humana y son lo que nos hace tan efectivos a la hora de colaborar.
Analicemos esto un poco más, porque en realidad es uno de los argumentos centrales del autor. Harari argumenta que la razón por la que el homo sapiens ha dominado el planeta es que somos el único animal que puede compartir historias sobre cosas que existen solo en nuestra imaginación, como el dinero, los dioses y los estados. Si creemos en los mismos mitos comunes, podemos colaborar en grupos grandes y trabajar hacia objetivos comunes. Sí, así es, la razón por la que somos tan poderosos es porque tenemos la costumbre de creer en ficciones. Tomemos el dinero como ejemplo. El valor del dinero no tiene una realidad física, pero, como exploraremos en detalle más adelante, cuando creemos de forma colectiva en el mito de que necesitamos dinero para sobrevivir, podemos tener un sistema de intercambio muy complejo.
O piénsenlo de otra manera. Analicen lo difícil que sería lograr que unos pocos millones de humanos participaran en un objetivo si solo habláramos de cosas que realmente existen. Nadie pagaría impuestos si no creyera que está sujeto a las leyes de su nación. Y estas leyes, así como sus naciones, son de hecho ficciones. Los primeros homo sapiens vivían en pequeños grupos de aproximadamente 150 miembros, pero a medida que se desarrollaron y difundieron nuestros idiomas y mitos comunes, fue posible aumentar de forma exponencial el tamaño de nuestras comunidades, de pueblos a ciudades, de ciudades a estados-nación, y de estados-nación a nuestras sociedades modernas globalmente interconectadas.
Durante la revolución agrícola, los humanos se transformaron de recolectores a agricultores, lo que condujo a un crecimiento exponencial de la población.
Ahora vamos hacia el resumen 4, que trata sobre la revolución agrícola y cómo nos transformamos de recolectores a agricultores. El homo sapiens ha vivido un estilo de vida nómada durante la mayor parte de nuestra historia, y la gran mayoría de nuestros ancestros se han pasado la vida cazando presas y recolectando vegetación. En lugar de establecerse en un área, se trasladaban hacia donde abundaba la comida.
Pero hace unos 12.000 años, todo esto cambió. La revolución agrícola se refiere al momento en que el homo sapiens dejó de depender únicamente de la casa y la recolección, y en cambio comenzó a cultivar y domesticar animales. En unos 10.000 años, casi toda la humanidad se había asentado para practicar la agricultura, un cambio revolucionario por completo, y algo desconcertante. Hoy en día, la agricultura puede darse por sentada, pero es difícil ver por qué nuestros primeros antepasados la prefirieron antes que el estilo de vida de los cazadores-recolectores. Por un lado, en términos de mano de obra, la agricultura consume mucho más tiempo y es más agotadora. Mientras que un cazador-recolector debe pasar unas cuatro horas recolectando suficiente comida, un agricultor debe trabajar desde el amanecer hasta el anochecer en el campo.
Y además, se suma la calidad de la comida que ofrece. La agricultura primitiva proporcionó a nuestros antepasados una gama limitada de cereales que son difíciles de digerir y carecen de nutrientes y vitaminas, como el trigo. Comparen esto con la amplia variedad de carne, nueces, frutas y pescado que conseguía un cazador-recolector. Entonces, ¿qué nos convenció para trabajar más horas sólo para comer peores alimentos? Hay dos motivos. Primero, el cambio a la agricultura fue un proceso lento y gradual.
Con cada generación, el proceso se arraigó más en la sociedad. Y cuando nos dimos cuenta de que la agricultura tenía muchas desventajas, ya era demasiado tarde para dar marcha atrás. En segundo lugar, a pesar de sus múltiples fallas, la agricultura tenía una gran ventaja. Proporcionaba muchos más alimentos por unidad de territorio. Los agricultores podían cultivar una gran cantidad de plantas comestibles en sólo una pequeña porción de tierra, lo que significó un aumento en el suministro de alimentos que llevó a las sociedades humanas a poder sostener poblaciones. Y así la población de Homo sapiens explotó.
La revolución agrícola nos permitió mantener vivas a más personas, aunque en peores condiciones. Pero el aumento de población también generó un problema. ¿Cómo harían frente las sociedades a un semejante incremento? Estos son desafíos a los que aún nos enfrentamos hoy y son los que exploraremos en los próximos resúmenes. Para facilitar el comercio en grandes comunidades, los humanos se han convertido en un gran beneficio.
Para facilitar el comercio en grandes comunidades, los humanos inventaron el dinero y la escritura.
La vida antes de la revolución agrícola era relativamente simple. Si había poca carne, simplemente se podía pedir a los vecinos que compartieran sus excedentes. La mayoría de las veces, estos ayudarían con la certeza de que, si en el futuro ellos estuvieran en problemas, les devolverían el favor.
Pero con el desarrollo de la agricultura, esta economía de favores se convirtió en un sistema de trueque. ¿Por qué? Debido a su eficiencia, la agricultura permitió a las personas producir suficientes alimentos para la comunidad. Al no estar ya bajo la presión constante de buscar la próxima comida, algunas personas desarrollaron nuevos oficios como la herrería y el tejido. Para obtener alimentos, intercambiaban sus productos terminados, un cuchillo, por ejemplo, o una pala, con los agricultores que los necesitaban. Pero muy pronto esta economía de trueque también resultó insuficiente.
A medida que el mercado de intercambio siguió creciendo, se volvió más difícil encontrar a alguien que quisiera sus bienes y cuyos bienes alguien quisiera a cambio. Por ejemplo, si estuvieran tratando de obtener un poco de carne de cerdo jugosa de un granjero a cambio de su cuchillo, ¿qué harían si él ya tiene muchos cuchillos? ¿O si necesitará un cuchillo, pero aún no tenía un cerdo para matar? Podría prometerles un cerdo en el futuro, pero ¿cómo saben que cumplirá con su palabra? Fue en respuesta a esos problemas que alrededor del año 3000 AC, el Homo sapiens desarrolló la escritura y el dinero. Los sumerios de la Mesopotamia fueron los primeros en hacer esto.
Para almacenar la información necesaria para transacciones complejas, comenzaron a grabar las transacciones de las personas en tablillas de arcilla usando símbolos económicos simples. Casi al mismo tiempo, comenzaron a usar la cebada como moneda, como un método estandarizado de pago. De esta forma, podrían pagarle al creador de cerdos en una moneda fácilmente convertible en cualquier otra cosa que pudiera necesitar. O, si les prometió un cerdo, podrían registrar la transacción y hacer que cumpla con su promesa más tarde.
El surgimiento de los imperios y la religión empujó a la humanidad hacia la unificación global.
Como acabamos de ver, la invención de la escritura y el dinero facilitó la realización de transacciones económicas y dificultó el fraude económico. Y sin embargo, esto, por supuesto, no significó que las economías de repente comenzaran a ser fluidas y eficientes. De hecho, a medida que las sociedades y economías crecían, se hacían más difíciles de controlar y regular.
Entonces, ¿qué hicieron las sociedades humanas? Desarrollaron leyes para regular el comportamiento de las personas y sistemas de autoridad para garantizar que las obedecieran. Así nacieron las primeras sociedades jerárquicas, con un rey o emperador a la cabeza que gobernaba sobre todos los demás. Hoy en día, podemos ver las monarquías y los imperios del pasado como autoritarios y crueles, pero vale la pena señalar que proporcionaron gran estabilidad política, social y económica. Por un lado, proporcionaron una burocracia efectiva que homogeneizó leyes y costumbres. Analicemos un ejemplo.
En 1776 AC, Babilonia era el imperio más grande del mundo, con más de un millón de habitantes. Para gobernarlos de manera eficaz y proporcionar un orden uniforme, el rey babilónico Amurabi emitió una serie de leyes conocidas como el Código de Amurabi. Este código de leyes ayudó a todo el imperio a entender lo que estaba permitido y lo que no, y cubrió áreas como el robo, el asesinato y los impuestos. Dondequiera que viajaran o comerciaran dentro de las fronteras imperiales, las personas sabían qué leyes y costumbres seguir. Pero conocer las leyes no es lo mismo que obedecerlas. Para hacer cumplir sus leyes, los emperadores y reyes necesitaban que las personas aceptaran su autoridad y la mejor manera de hacerlo era a través de la religión.
El rey Amurabi lo sabía muy bien. Para legitimar su gobierno, declaró que había sido designado por los dioses para gobernar a los ciudadanos de la Mesopotamia. Si las personas creían que su gobernante había sido elegido por voluntad divina, aceptarían de mejor manera al gobierno imperial. Una vez más, vemos que un mito común es el vínculo que mantiene unido a un imperio de un millón de personas. A medida que los imperios se extendían, las religiones que éstos promovían crecían tanto en alcance como en poder. A veces por la fuerza, a veces mediante procesos de asimilación gradual, el gobierno imperial acorraló a muchos grupos étnicos y religiosos diversos en unas pocas megaculturas.
La revolución científica modernizó a la humanidad, y allanó el camino para las nuevas tecnologías, el imperialismo y el crecimiento económico.
En los siglos XVI y XVII, la humanidad experimentó otro cambio radical. Una revolución científica sacudió a Europa y en lugar de dejar que el progreso dependiera sólo de los dioses, los humanos comenzaron a pensar cómo ellos mismos podrían usar la ciencia para mejorar la sociedad. Al aplicar los principios científicos de exploración, experimentación y observación, las personas lograron avances sustanciales en áreas como la medicina, la astronomía y la física.
Cada desarrollo ayudó a hacer de la sociedad un mejor lugar para vivir. Tomemos el ejemplo de la mortalidad infantil. En el pasado, era común que incluso los miembros más ricos de la sociedad perdieran dos o tres hijos por muerte prematura. Hoy en día, gracias a la ciencia, la tasa de mortalidad infantil en todo el mundo es de una de cada mil personas. El avance de la ciencia no sólo benefició la salud humana, sino que los gobiernos europeos se dieron cuenta rápidamente de que también era excelente para las economías. Los reyes y emperadores bañaron en dinero a los científicos y exploradores para que buscaran ideas y recursos nuevos que enriquecieran a sus naciones.
Ningún evento consolidó más el valor del método científico en la mente de los europeos del siglo XVI que el famoso viaje de Cristóbal Colón a través del Atlántico. A cambio de respaldar la exploración, el rey adquirió un vasto imperio rico en recursos valiosos como el oro y la plata, y la carrera entre las potencias europeas para conquistar otros espacios en blanco de sus mapas comenzó a un ritmo vertiginoso. Los gobernantes se dieron cuenta de que, si querían conquistar y controlar vastos territorios nuevos, los viejos métodos de consultar las escrituras cristianas y las antiguas tradiciones orales no serían de mucha utilidad. En cambio, tendrían que adquirir toneladas de datos científicos sobre geografía, culturas, idiomas, clima, flora y fauna, e historias de los nuevos territorios. Las economías europeas crecieron como resultado de la exploración y la innovación científica, y esta expansión imperial, además de la destrucción de muchos grupos indígenas, unió mundos que antes estaban aislados para convertirlos en sociedades íntimamente vinculadas mediante el establecimiento de imperios globales y redes comerciales.
La sociedad global actual, con su creencia central en el poder del capitalismo, es un legado del imperialismo europeo.
Muy bien, llegamos al resumen 8. En este punto de nuestro viaje, veremos cómo la creencia central en el capitalismo de nuestra sociedad global es un legado del imperialismo europeo. Entonces, a estas alturas sabemos que muchos gobiernos europeos utilizaron el método científico para ampliar sus imperios y aumentar sus ganancias.
Y funcionó. En el siglo XIX, el imperio británico por sí solo cubría más de una cuarta parte del globo. Con este enorme alcance, los países europeos llevaron sus ideas a todos los rincones del mundo. Las costumbres, culturas y leyes locales fueron reemplazadas por megaculturas basadas en normas europeas, ya fueran religiones occidentales, democracia o ciencia. Y si bien los imperios europeos se extinguieron hace mucho tiempo, muchas naciones aún viven con su herencia cultural. Por lejos, la principal de estas normas culturales ahora globales es el capitalismo.
Gracias, en gran parte, a los imperios europeos, las personas de todo el mundo creen en la importancia y el poder del dinero. Hoy en día, ya sea en Brasil o Bután, Canadá o Camboya, la mayoría de las personas viven centrando sus vidas en el dinero y las posesiones materiales. Todos queremos maximizar nuestros ingresos o exhibir nuestra riqueza con ropa y aparatos. De hecho, con el apoyo de la ciencia, el poder y el alcance del capitalismo global, están perjudicando muchas otras culturas globales, en particular, la religión. La ciencia moderna ha refutado muchos principios religiosos. La mayoría de las personas ya no cree que Dios creó el mundo en siete días.
Ahora creemos en la teoría de la evolución de Darwin a través de la selección natural. Como se cuestionan las verdades de la religión, la ideología capitalista pasa a primer plano. Entonces, en lugar de la creencia tradicional de esperar la felicidad en el más allá, en estos días nos concentramos en maximizar nuestro placer en la Tierra. Esto, por supuesto, nos lleva a buscar, comprar y consumir cada vez más productos y servicios de las publicidades para hacernos más felices.
La humanidad nunca ha sido más pacífica que en estos tiempos globalizados.
La globalización ya está en marcha, pero no todo el mundo está feliz con esto. Los críticos de la globalización afirman, entre otras cosas, que perjudica la diversidad cultural, porque convierte al mundo entero en una unidad homogénea y aburrida. A pesar de críticas como estas, la globalización tiene un gran beneficio.
Ayuda a hacer del mundo un lugar más pacífico. Las naciones modernas dependen unas de otras para su prosperidad. Y en un mundo globalizado, las redes de comercio e inversión se extienden a través de muchos países diferentes, y la guerra o la inestabilidad en un área tienen efectos económicos secundarios para todos. Como resultado, casi todos los líderes estadounidenses, europeos y asiáticos tienen un fuerte interés en mantener la paz mundial. Desde 1945, ninguna nación independiente reconocida ha sido conquistada y eliminada por otra. Piensen en lo violento que era el mundo antes del final de la Segunda Guerra Mundial.
Queda claro cuán pacífico es nuestro mundo globalizado hoy. Entonces, el siglo XX es el siglo más pacífico hasta la fecha. Aunque esto pueda parecer sorprendente, un rápido repaso de la historia muestra que las sociedades humanas, desde la revolución agrícola en adelante, le han dado la espalda a la violencia. Se calcula que antes de la agricultura, en la época de los cazadores-recolectores, el 30% de todos los hombres adultos fueron víctimas de asesinato u homicidio involuntario. Comparen esto con el mundo de hoy, donde solo el 1% de las muertes de hombres adultos son violentas. Pueden ver lo lejos que hemos llegado.
Pero ¿a qué se debe esto? Se debe a que las sociedades jerárquicas y estructuradas que se desarrollaron después de la revolución agrícola presionaron a las personas a obedecer las leyes que prohibían el asesinato y la violencia, y así crearon sociedades y economías estables y funcionales. Vivimos en los tiempos más pacíficos, pero no nos entusiasmemos demasiado. Tenemos que estar atentos a posibles fuentes de conflicto, ya que el estallido de una guerra internacional a gran escala hoy tendría un costo sin precedentes para la humanidad. Disfrutemos de nuestra paz, pero nunca olvidemos que debemos mantenerla de forma activa.
La historia no es ni buena ni mala, y sus giros y vueltas son en gran medida irrelevantes para nuestra felicidad subjetiva.
Bueno, llegamos al resumen 10. Nuestro viaje a través de los 300.000 años de historia del Homo sapiens está casi completo. Ahora entendemos, más o menos, las tendencias generales detrás de la historia humana, pero no hemos hablado de cómo esto nos ha afectado como individuos, nuestra salud, riqueza y conocimiento han mejorado significativamente.
Pero, ¿somos más felices? Lamentablemente, a nivel individual, la respuesta suele ser que no lo somos. ¿Por qué? Los cuestionarios de bienestar subjetivo, emitidos y revisados por psicólogos, han demostrado que cuando los humanos experimentan mayor felicidad o tristeza a corto plazo, nuestra felicidad ronda el mismo nivel a largo plazo. Supongamos que pierden su trabajo y experimentan una fuerte baja de felicidad. En ese momento, pensarían que ese horrible sentimiento duraría para siempre.
Y sin embargo, unos pocos meses después de este gran evento, sus niveles de felicidad probablemente habrán vuelto a un nivel normal. Tomemos un ejemplo histórico. Durante la Revolución Francesa, los campesinos de Francia habrían sentido una enorme felicidad al obtener la libertad. Pero no mucho después de este gran evento, es probable que el campesino promedio haya vuelto a preocuparse por su hijo inútil o por la cosecha del próximo año. Los homo sapiens suelen estar en algún lugar entre la complacencia y la desesperación. Y esto asegura que no nos dejemos abatir por un evento traumático ni que nos sintamos lo suficientemente satisfechos para dejar de esforzarnos por obtener logros más grandes y mejores.
Entonces, a nivel individual, es probable que no estemos mucho más felices. Pero, ¿qué pasa a nivel social? Con todas las mejoras en nuestra calidad de vida, la mayor parte de la prosperidad del avance humano ha llegado a los bolsillos de unos pocos hombres blancos. Para aquellos fuera de este grupo, ya sean tribus indígenas, mujeres o personas de color, la vida no ha mejorado para nada en los mismos niveles.
Han sido víctimas una y otra vez de las fuerzas históricas del imperialismo y del capitalismo. Y solo ahora, desde el momento en que se han convertido en una comunidad de hombres blancos, han sido víctimas de los ataques de los capitalismos. Y solo ahora, están comenzando a adquirir igualdad.
En el futuro, el Homo sapiens trascenderá los límites biológicos y eventualmente será reemplazado por una especie completamente nueva.
Llegamos al último resumen. Hemos aprendido mucho sobre nuestro pasado. Pero, ¿y nuestro futuro? ¿A dónde nos llevarán los avances en la ciencia y la prosperidad en las próximas décadas? Los científicos ya están trabajando para responder estas preguntas. Han logrado avances considerables en campos como la tecnología biónica y el anti-envejecimiento. En el campo de la biónica, la fusión de humanos con máquinas, los científicos han logrado avances impresionantes. Cuando Jesse Sullivan, un electricista estadounidense, perdió ambos brazos, los científicos pudieron proporcionarle nuevos brazos biónicos, brazos que funcionan solo con el pensamiento. Los científicos también logran avances rápidos en el campo del anti-envejecimiento.
Hace poco, han encontrado una manera, a través de la alteración de su genética, de duplicar la vida útil de ciertos gusanos, y también están muy cerca de hacer lo mismo con los ratones. ¿Cuánto tiempo pasará hasta que los científicos extraigan el gen del envejecimiento de los humanos? Tanto el proyecto para detener el envejecimiento como el desarrollo de tecnología biónica son parte del proyecto Gilgamesh, la gran búsqueda científica para descubrir la vida eterna. Entonces, ¿qué nos detiene? Por el momento, el estudio científico en estas áreas está limitado por varias restricciones legales basadas en cuestiones éticas. Pero estas barreras no pueden durar para siempre.
Si la humanidad gana la más mínima oportunidad de vivir de forma indefinida, entonces seguramente nuestro deseo de alcanzarlo superará todos los obstáculos. Es probable que en un futuro no muy lejano, nosotros, los Homo sapiens, cambiemos nuestros cuerpos de forma tan drástica a través de la ciencia que, en teoría, ya no seremos Homo sapiens. Más bien, nos convertiremos en una especie completamente nueva, mitad orgánica, mitad máquina.
Resumen final
Durante 300.000 años, el Homo sapiens evolucionó de ser solo una de las tantas especies de humanos a convertirse en la especie más dominante que jamás haya habitado el planeta. Comenzando con el desarrollo del lenguaje y los mitos comunes que unen nuestras redes sociales, la civilización humana se ha vuelto cada vez más sofisticada, lo que ha formado la aldea global interconectada que tenemos hoy.