«Perdiendo la virginidad» de Richard Branson

Perdiendo la virginidad: Cómo sobrevivir, divertirse y ganar dinero haciendo negocios a mi manera es la autobiografía éxito de ventas a nivel internacional del empresario que triunfó esforzándose Richard Branson. En ella, relata sus aventuras lucrativas, empezando por dejar la escuela, fundar un sello discográfico y cruzar el Atlántico en una lancha a motor. En esencia, el libro trata sobre cómo el ingenio, la determinación y el espíritu de aventura jugaron un papel en la formación de uno de los hombres más ricos de la tierra.

¿Qué beneficio ofrece? Aprendan a triunfar en los negocios con el ejemplo del multimillonario que triunfó esforzándose Richard Branson.

¿Cómo una persona puede ser la fuerza impulsadora de una aerolínea, una cadena de tiendas de discos, una empresa discográfica, un club nocturno y una empresa ferroviaria y además tener tiempo y energía para romper un récord mundial en un globo aerostático? Richard Branson sin dudas es único. Aventurero, intrépido y arriesgado, pero con una aguda visión empresarial. Esta combinación, forjada con imaginación y tenacidad, fue su receta para el éxito, que alcanzó atravesando un camino de retos y fracasos.

En Perdiendo la virginidad, Branson narra los múltiples sucesos de la vida que moldearon su carácter, su ingenuidad, su espíritu aventurero y su voluntad de acero, y lo llevaron a revolucionar las industrias de la música y las aerolíneas. Si suelen considerar los negocios como un esfuerzo tedioso y aburrido, estos resúmenes les harán cambiar de opinión. Al conocer las historias de la impredecible y emocionante vida de Branson, entenderán por qué no seguir las reglas del juego puede darles una inmensa ventaja en los negocios y en la vida.

La familia de Branson lo empujó a probar sus límites y, en una ocasión, incluso casi lo dejaron que se ahogara.

Branson nació en 1950 en una familia de espíritu independiente que desde joven lo impulsó a probar los límites de lo posible. En consecuencia, el joven Branson adquirió el gusto por la aventura y afrontaba con ansia los retos que le planteaba su madre o la vida en general. Cuando tenía apenas 11 años, su madre lo envió a visitar a unos familiares que vivían a más de 80 kilómetros en bicicleta y sin indicaciones.

Fue para inculcarle resistencia y orientación. Y cuando por fin volvió a la casa el otro día, en vez de una bienvenida heroica, lo recibieron de manera habitual y le indicaron que vaya a casa del párroco a cortar algunos leños. Pero no era la primera vez que su familia le ponía una prueba difícil. En unas vacaciones de dos semanas en Devon, cuando Branson tenía apenas 4 años, su tía le apostó 10 chelines a que no podía aprender a nadar antes de que terminaran las vacaciones. Branson aceptó el reto y pasó horas enteras en el mar. Por desgracia, al llegar el último día aún no podía flotar en el oleaje.

Pero no iba a dejar esto así. En el viaje de 12 horas en automóvil de regreso a su casa, vio un río y aprovechó la oportunidad. Le pidió a su padre que detuviera el automóvil. Bajó de un salto, se quitó la ropa, corrió hasta la ribera y saltó al agua. Inmediatamente empezó a hundirse. Sin embargo, poco a poco, pataleando con ritmo pausado, se las ingenió para salir a flote.

Mientras nadaba hacia la mitad del río, vio que su familia le aplaudía y vitoreaba, y que su tía agitaba un billete de 10 chelines. Cuando Branson salió del agua, su padre, igual de empapado que él, le dio un fuerte abrazo. Ver a su hijo zambullirse de cabeza en el río lo había asustado mucho, a tal punto que se había echado al agua tras él.

Branson tenía dificultades académicas y puso gran parte de su energía a administrar una revista de cultura pop.

Al ver que no conseguía reconocimiento académico en la universidad debido, en parte, a su actitud independiente y a la dislexia, empezó a buscar otras ocupaciones. Junto con su compañero, Johnny James, fundó la revista Student. Pensada inicialmente como medio de críticas sobre su escuela, la revista no tardó en convertirse en una celebración de la cultura pop estudiantil y de temas contemporáneos.

Pero poner en marcha la revista fue todo un desafío. Una de las mayores dificultades que enfrentaron Branson y Johnny fue conseguir dinero para publicar Student, lo que suponía encontrar anunciantes para una revista que aún no existía. Aunque la mayoría de las empresas a las que acudió Branson eran reacias a la idea, al final dio con una estrategia eficaz para atraerlas. Para hacer que National Westminster Bank le comprara espacio publicitario, dijo que Lloyds Bank acababa de comprarle un anuncio. ¿No les gustaría anunciarse junto a Lloyds? La estrategia dio resultado.

De al poco tiempo recibieron un primer cheque de 250 libras. La dedicación a Student pronto adquirió prioridad sobre los estudios, así que Branson y Johnny dejaron Stowe y se mudaron a un sótano en Londres. Allí editaban y distribuían su revista, y sumaban cada vez más compañeros a una habitación diminuta para que les ayudaran con la carga de trabajo. A pesar de la dislexia, el origen de sus dificultades académicas y la razón por la que sus calificaciones solían estar entre las más bajas de la clase, Branson invertía más tiempo y esfuerzo en editar y escribir artículos para la revista que en sus estudios académicos. Siguiendo sus ambiciones, Johnny y él querían crear informes sobre sucesos internacionales, como las guerras en Biafra y Vietnam. Entonces le preguntaron a Daily Mirror si le interesaría el relato de un joven reportero que viajara a Vietnam.

Algo que a Mirror le interesó y compró la historia. Student pudo enviar a un miembro del personal a Vietnam y otro a Biafra. Sin embargo, pese a sus intereses políticos, el elemento clave de Student era involucrarse en el mundo musical, desde entrevistas exclusivas con Keith Richards, John Lennon y Yoko Ono, hasta reseñas sobre conciertos y espectáculos de clubes nocturnos.

Branson vio una oportunidad en la venta de discos musicales a domicilio y así nació Virgin Mail Order.

Gracias a su visión del panorama musical, Branson se dio cuenta de que al público le entusiasmaban los discos y que su distribución en tiendas no tenía competencia. Como no había alternativa, las personas que nunca hubieran gastado 40 chelines en una comida estaban encantadas de pagar la misma suma por un nuevo disco de los Beatles en una tienda especializada grande. Pero Branson tenía una alternativa en mente.

Sabía que un sistema de pedido por correo sería popular entre las personas de su edad, que preferirían pedir discos a domicilio a menor precio que el que ofrecían grandes tiendas minoristas como WH Smiths. Le propuso su idea al personal de Student y decidieron que la nueva empresa necesitaba un nuevo nombre. Debía atraer a un público más amplio, que fuera más allá de la población estudiantil, y tenía que ser llamativo. Después de barajar varios nombres, un colaborador propuso Virgin, pues todos eran vírgenes absolutos en cuestión de negocios. Así nació Virgin Mail Order. En el último número de Student, Branson insertó un anuncio de pedidos de discos a domicilio, lo que generó más solicitudes y dinero de lo que jamás habían visto.

Pero la mejor parte de la iniciativa era que la empresa recibía el dinero de los pedidos por anticipado, lo que aportaba la liquidez para comprar los discos. Gracias a eso, podían acumular un buen capital en lugar de esperar a vender para obtener el dinero. Branson invitó como contador a su amigo de la infancia y compañero de redacción de Student, Nick, y juntos decidieron dónde comprar los discos y cómo enviarlos a los clientes. Comprendían que, si los compraban a una tienda de discos local que los recibía directamente de las discográficas, el equipo de Virgin podría venderlos con un descuento.

Virgin Mail Order prosperó durante 1970. Luego, en enero de 1971, ocurrió un posible desastre. Los correos se declararon en huelga, lo que suponía que los clientes de Virgin no podrían enviar cheques ni recibir discos.

Las tiendas de discos Virgin se volvieron muy populares porque los clientes se sentían agradecidos y relajados.

En 1971, los departamentos discográficos de las grandes tiendas se caracterizaban por tener un interior insulso y casi ningún entusiasmo por lo que sucedía en el mundo del rock. Cuando estalló la huelga del correo, Virgin se vio obligada a abrir una tienda de discos propia. Querían que fuera una extensión de lo que habían hecho con Student, un lugar donde no sólo se animara a los clientes a comprar un disco y marcharse, sino que fuera acogedor, donde pudieran intercambiar puntos de vista sobre los intereses.

Vieron que una zapatería en Oxford Street tenía una escalera que subía a un primer piso vacío. Entonces, llegaron a un acuerdo con el zapatero para instalar allí su tienda. Sin embargo, no tenían dinero para pagar la renta. Con su encanto carismático y un agudo sentido por los negocios, Branson convenció al zapatero que les permitiera usar el local gratis, a cambio de posibles clientes que pasarían por su zapatería. La primera tienda Virgin fue todo un éxito, a tal punto que Branson y sus compañeros decidieron abrir otras. Entretanto, mantenían intacto el negocio de pedidos a domicilio, que se reanudaría en cuanto terminara la huelga del correo.

Al llegar la Navidad de 1972, Virgin se había expandido a 14 tiendas de discos por todo Inglaterra. El concepto de su estilo de vida tuvo tal éxito que la balanza entre mantener el ambiente acogedor y conservar la rentabilidad del negocio se inclinó hacia la primera opción. En otras palabras, las tiendas estaban abarrotadas, pero en realidad nadie compraba nada. El ambiente era tan relajado que las tiendas Virgin se habían vuelto lugares para pasar el rato.

Para modificar la situación, instalaron luces más fuertes y acercaron los mostradores y las cajas de pago a la ventana para dar a entender al público que estaban entrando a una tienda y no a un club. La estrategia funcionó. Al cabo de un par de meses, las ventas repuntaron.

Virgin expandió su presencia en la industria de la música fundando un estudio de grabación y una empresa discográfica.

Pronto, Branson pensó que podía obtener incluso más ganancias con un estudio de grabación y una empresa discográfica. También observó que la mayoría de los estudios de grabación llevaban los negocios de manera muy formal. Funcionaban con horarios asignados muy estrictos, reservaban las salas por encima de la disponibilidad real y tenían pocos instrumentos musicales.

Esa formalidad era demasiado rígida para la cultura rebelde y alocada de la cultura pop y rockera de los años de 1960. Por lo tanto, en 1971, con sólo 21 años, Branson se propuso comprar una casa de campo para convertirla en estudio de grabación, pensando que sería un ambiente más propicio y atractivo para que las bandas fueran a grabar. Después de buscar durante semanas, por fin encontró una hermosa casa señoral del siglo XVII, llena de enrejados de hierro situada en una campiña de cuento de hadas. Sin embargo, el problema era el precio de venta. La propiedad costaba 30,000 libras, casi medio millón a valor presente, mucho más de lo que Branson tenía. Sin dudas, sus otras empresas iban bien, pero Virgin no generaba esas ganancias.

Después de analizar las cifras de ventas de Virgin Mail Order y Virgin Music Store, el banco británico Coates ofreció una fabulosa hipoteca de 20,000 libras. Su tía reestructuró la hipoteca de su casa para prestarle 7,500 libras y él pudo transferir la suma al agente inmobiliario para asegurar la compra. Además del estudio, fundó la discográfica Virgin Records. Tener una discográfica integrada al grupo Virgin les permitía contratar a sus propios artistas, ofrecerles un lugar para grabar y cobrarles por ello, producir y distribuir sus discos y obtener ganancias por ello, y promoverlos y venderlos por medio de su propia cadena de tiendas de música y también ganar el margen de venta minorista. El primer artista que contrataron fue Mike Oldfield. Durante todo 1972 y 1973, Oldfield grabó en Virgin Manor Tubular Peltz, un disco que terminaría por vender más de 13 millones de copias, lo que aportó a la empresa de Branson un éxito que ni en sueños había imaginado.

Virgin Records fue demandada por promover el álbum de Sex Pistols, pero una defensa inteligente y un golpe de suerte la salvó.

En 1976, Virgin enfrentó dificultades. Excepto el álbum de Mike Oldfield, todas las operaciones de la discográfica provocaban pérdidas. Pero a mediados de los años 70 se produjo un auge del punk en el Reino Unido y Virgin estaba desesperada por contratar a una de las nuevas bandas.

Finalmente en mayo de 1977, Malcolm McLaren, representante de Sex Pistols, firmó un contrato con Virgin, aunque pensaba que se cancelaría pronto por conducta indecente, como había pasado con EMI y IEM. Virgin cerró el trato justo a tiempo para lanzar la canción God Save the Queen, en el vigésimo quinto aniversario de la Reina Isabel en el trono, cuando Sex Pistols presentó un concierto frente a la Cámara de los Comunes, que resultó una publicidad masiva y el arresto de McLaren. Sin embargo, como Virgin no tenía accionistas que se opusieran a los actos de la banda, la esperanza de McLaren de que la discográfica cancelara el contrato no prosperó. En 1977, Virgin lanzó el álbum de Sex Pistols, Never Mind the Bollocks, Here’s to the Sex Pistols, y lo promocionó ampliamente en las vidrieras de sus tiendas en todo el Reino Unido. El gerente de una tienda de Nottingham fue arrestado debido al uso público de la palabra bollocks, testículos. Además, la policía amenazaba con obtener una orden judicial para censurar el título del álbum y prohibir su exhibición en las tiendas de discos.

Branson tenía que actuar. Llevó al proceso judicial al lingüista James Kinsley, quien explicó que bollocks no se refería a los testículos, sino que era un sobrenombre para los sacerdotes. Kinsley siguió argumentando que seguramente ni la misma iglesia se ofendería por un título que significaba «No importan los sacerdotes, llegaron los Sex Pistols». Entonces, el fiscal le preguntó por qué estaba tan seguro de que la iglesia no se ofendería por ese título.

Kinsley se limitó a doblarse el cuello de la camisa y dejó a la vista un cuello clerical. Branson realmente tuvo mucha suerte. Se las había ingeniado para presentar como testigo a un lingüista que también era clérigo. El caso proscribió.

Después de una hábil negociación, Branson compró una hermosa isla tropical de 3 millones de libras por tan solo 180 000 libras.

En 1978, Branson se encontraba en Nueva York, pues quería estar cerca de Joan, su futura esposa, que estaba en medio de un proceso de separación de su esposo. Cuando el divorcio finalizó, le preguntaron a Branson si el nombre de sus empresas estaba inspirado en las Islas Vírgenes. Aunque no era así, sin duda, las Islas Vírgenes parecían el destino ideal para la escapada de la pareja.

Branson había escuchado que si uno mostraba verdadero interés en comprar una isla, un agente inmobiliario local lo llevaba a una villa y le facilitaba un helicóptero para sobrevolar las islas. Así que se comunicó con un agente inmobiliario y le dijo que estaba en busca de un lugar para que los artistas de Virgin Music se pudieran relajar y grabar. Joan y Branson volaron a las islas, donde los alojó el agente y les enseñó una de las islas más alejadas y hermosas, la isla Necker. Aunque al principio Branson no tenía intención de comprarla, preguntó por el precio. Era exorbitante, tres millones de libras. Sin nada que perder, hizo una oferta de 150,000 libras, lo que le valió que los echaran de la villa.

De vuelta en Londres, se enteró de que el dueño de la isla Necker, un caballero británico, necesitaba venderla con urgencia para financiar la construcción de otro edificio que le costaría 200,000 libras. Branson elevó la oferta a 175,000 libras e increíblemente acordaron un precio de 180,000. Con el objetivo de ganarse unas vacaciones gratis, Branson terminó comprando una isla por una fracción de su precio de venta. Pero la adquisición de la isla no fue el único resultado del viaje. Las Islas Vírgenes serían la sede de la siguiente empresa de Branson, Virgin Airways. Cuando se canceló su vuelo de regreso a Puerto Rico, alquiló un avión por 2,000 dólares y escribió en un pizarrón, Virgin Airways, vuelo de ida a Puerto Rico a 39 dólares.

El surgimiento de los CD y los contratos con artistas desconocidos, pero prometedores otorgó un enorme éxito a Virgin Records.

Si bien el contrato con Sex Pistols y varias bandas jóvenes de la nueva generación llevó a Virgin a un nuevo terreno musical, este no resultó nada rentable. En 1980, Virgin Music operaba con un déficit de 900,000 libras. Aún así, Branson dio luz verde para seguir contratando a nuevos artistas, como Simple Minds, The Human League y Phil Collins, para disgusto del director financiero, que veía a Virgin gastar dinero que no tenía en artistas aún desconocidos.

El director financiero se fue y vendió su participación del 40% a Branson, quien quedó como dueño del 100% de una empresa que parecía estar al borde de la quiebra. Sin embargo, lo que nadie esperaba era la popularidad del disco compacto. Debido a su éxito, las personas empezaron a comprar álbumes en CD, incluso quienes ya los tenían en vinilo. Virgin pudo revender su catálogo antiguo en discos compactos y el primer disco de Mike Oldfield, en particular, se vendió extremadamente bien en CD, lo que recuperó el saldo de caja de Virgin. Además, la confianza de Branson en su buscador de talentos y asesor musical, Simon Draper, por fin dio frutos y casi todas las bandas que éste había llevado se vendían extraordinariamente bien. Por ejemplo, el tercer álbum de The Human League, Dare, alcanzó el número uno de las listas de popularidad británicas y vendió un millón de copias en Gran Bretaña y tres millones en todo el mundo.

Además, la lista de artistas jóvenes para los que Virgin había conseguido un lugar en la industria, artistas que eran totalmente nuevos al firmar, parecía interminable. Phil Collins, Boy George y Culture Club, Simple Minds, XTC y Heaven 17 resultaron todos tremendamente exitosos. Virgin había llegado a ser el sello discográfico independiente por excelencia, con más ingresos de los que jamás había esperado. Una rentabilidad de dos millones de libras en 1982 y ventas de cincuenta millones y una asombrosa rentabilidad de once millones en 1983.

La entrada en el negocio de las aerolíneas había llevado a Virgin casi a la quiebra, pero al final Branson consiguió que Virgin Airways despegara.

Tras haber bromeado con el nombre de Virgin Airways a fines de los años de 1970, Branson ya estaba entusiasmado con la idea de abrir una línea aérea. Así que en 1984, cuando un abogado estadounidense llamado Randolph Fields lo llamó para preguntarle si estaría interesado en operar una aerolínea trasatlántica, Branson estaba preparado para el reto. Aunque la alta dirección de Virgin se oponía a la idea, Branson no dio su brazo a torcer, alegando que si podían rentar un solo avión por un año, limitarían las posibles pérdidas y podrían retirarse del proyecto si fracasaba.

Después de dos meses de arduas negociaciones, Boeing por fin accedió a dar a Branson un jumbo en arrendamiento durante un año. Sin embargo, había que obtener permisos y horarios de vuelo y crear publicidad y un sistema de venta de boletos. Para obtener el permiso, era necesario realizar un vuelo de prueba para un funcionario a bordo. Fue durante el vuelo de prueba cuando el avión, que no estaba asegurado debido a la falta de licencia, chocó con una bandada de aves. En consecuencia, uno de los motores estalló y el vuelo de prueba se abortó. Una vez más, Branson estaba en dificultades.

Faltaban dos días para el primer vuelo comercial y ahora no solo necesitaba la licencia, sino un motor, lo que terminó costándole 600,000 libras. Luego de instalar el motor nuevo, obtener la licencia y emprender el viaje inaugural de Virgin, Branson se dio cuenta de que el gasto imprevisto de 600,000 libras excedía el sobregiro de Virgin de 3 millones de libras, que el banco no estaba dispuesto a ampliar. Virgin rozaba la insolvencia. Para evitar este desastre, Branson reunió todo el dinero que pudo de sus tiendas en el extranjero. Fue suficiente para mantener a Virgin Airways en operación y la aerolínea no tardó en legalizarse y prosperar con la dirección de Branson, que acababa de cumplir 33 años.

Pese a graves adversidades, Branson logró cruzar el Atlántico en tiempo récord, en el segundo intento.

En 1984, Ted Toleman buscaba un patrocinador para pagar el costo de un catamarán que estaba construyendo para cruzar el Atlántico a velocidad récord y recuperar la condecoración de banda azul para Gran Bretaña. Branson estaba ansioso por ser el patrocinador. Sabía que participar en un cruce del Atlántico para romper un récord mundial llamaría la atención hacia su aerolínea trasatlántica.

Tras integrar al equipo al regatista de circunnavegación Chey Blyth, Toleman y Branson zarparon de Nueva York con destino a Inglaterra para batir el récord vigente, que era de tres días, diez horas y cuarenta minutos. Pero al cabo de tres días en el mar y a solo cien kilómetros de la meta, los azotó una tormenta que partió el casco del catamarán bautizado Virgin Challenger y lo hundió. La tripulación se resguardó en una balsa salvavidas que fue rescatada por un crucero. Asombrosamente fue en ese catamarán donde Branson vio por primera vez a su hijo recién nacido. Uno de los pasajeros llevaba un ejemplar del Evening Standard que había cubierto el nacimiento del hijo del multimillonario. Empeñados en ganar la banda azul, Chey y Branson decidieron que debían construir una embarcación de un solo casco en vez de un catamarán.

En 1986, la nueva embarcación llamada Virgin Atlantic Challenger II partió de Nueva York en un segundo intento de obtener la condecoración. Sin embargo, hubo otro contratiempo cuando los filtros de la bomba de combustible se obstruyeron y ahogaron el motor. Tendrían que reemplazarlos cada dos horas. Debido a este revés, no había posibilidad de que llegaran a Inglaterra a tiempo para batir el récord mundial vigente.

Ingenioso como siempre, Branson acudió a Downing Street y habló con las personas adecuadas. Permitieron que un avión de la Real Fuerza Aérea consiguiera filtros nuevos y los dejara caer a bordo. Con los filtros nuevos pudieron mantener los motores en marcha y terminaron el viaje en tres días, ocho horas y treinta y un minutos. Así establecieron la nueva marca mundial para la travesía de 4,800 kilómetros.

Durante la Guerra del Golfo, Branson envió aviones con suministros humanitarios a Jordania y luego rescató de Bagdad a rehenes británicos.

En 1990, Saddam Hussein invadió Kuwait. Esto dejó al mundo en una situación crítica y duplicó el precio del combustible para aviones de 75 centavos a 1,50 dólares el galón. Cuando Branson salía a llevar a sus hijos a la escuela, sonó su teléfono.

Era la reina Noor de Jordania, a quien Branson había conocido y con quien había entablado amistad durante una de sus anteriores aventuras. Más de 150,000 refugiados habían huido de Irak a Jordania sin mantas ni agua potable. Y aunque la Cruz Roja estaba organizando la distribución de agua, el gobierno de Jordania necesitaba alrededor de 100,000 mantas para evitar una catástrofe. Branson y su personal se pusieron a proyectar la logística para conseguir y enviar en avión 100,000 mantas a Jordania. Contactó a la Cruz Roja, al Ministerio de Asuntos Exteriores y la Administración de Desarrollo de Ultramar para reunir 30,000 mantas, y UNICEF les aportaría otras más. Además, la cadena británica de supermercados Sainsbury ofreció donar varias toneladas de arroz.

Para poder enviar en avión los suministros a Jordania, Branson y la tripulación de un Boeing 747 decidieron quitar los asientos y cargar el avión con más de 40,000 mantas, suministros médicos y toneladas de arroz. Además, en el viaje de vuelta al Reino Unido recogieron a unos ciudadanos británicos que estaban varados en Jordania. Pero aún quedaba un grupo de ciudadanos británicos detenidos en Bagdad, a quienes habían tomado como rehenes. Branson apeló a su amistad con el rey de Jordania, esta vez para negociar un acuerdo con Saddam Hussein.

A cambio de suministros médicos, Hussein debía liberar a todos los niños, mujeres y hombres enfermos. Así, el 23 de octubre, Branson y una tripulación voluntaria de Virgin partieron hacia Bagdad y se internaron en el espacio aéreo más peligroso del mundo en un avión comercial. Llegaron sanos y salvos, y les permitieron llevarse a la mayoría de los rehenes, pero tuvieron que dejar a los hombres en el aeropuerto, que apenas unas semanas después fue devastado.

Cuando cruzó el Pacífico en un globo aerostático, Branson se enfrentó a la falta de combustible, la pérdida de su radio y un incendio.

Cruzar el Pacífico en globo era para él un reto atractivo. Había intentado la hazaña una vez con Per Linnstrand en 1989, pero el globo se desintegró justo antes de despegar. En enero de 1990, se reunieron en Japón para intentar por segunda vez cruzar el Pacífico volando en globo aerostático por una corriente en chorro de 320 kilómetros por hora.

Su objetivo era llegar a California en dos días y establecer el récord mundial de velocidad y el de ser los primeros en cruzar el Pacífico en globo. Al cabo de siete horas de vuelo, llegó el momento de dejar caer un tanque de combustible vacío para deshacerse del peso y volar más rápido. Sin embargo, debido a una falla mecánica, dejaron caer no solo el tanque vacío, sino dos tanques de combustible llenos. Ahora les quedaba solo la mitad del combustible necesario para volar 10.000 kilómetros. Por si no fuera ya bastante grave, perdieron la comunicación con el centro de control poco después de enterarse de que había una terrible tormenta debajo de ellos. Se quedaron sin poder comunicar su ruta al mundo exterior.

Por fortuna, lograron mantenerse en la corriente en chorro que los arrastraba a 274 kilómetros por hora. Desgraciadamente, una fuga de propano incendió la barquilla. Con una reacción rápida, Lindstrand y Branson ascendieron a 12.000 metros de altitud, donde la falta de oxígeno extinguió el fuego. Después de apagar el incendio, la radio empezó a funcionar de nuevo y restablecieron la comunicación con el centro de control.

Sin embargo, lo que oyeron fue una mala noticia. La corriente en chorro se había invertido y los arrastraría de vuelta a Japón a menos que descendieran a 5.500 metros de altitud, donde otra corriente se dirigía al norte, hacia el Ártico. Luego de casi 48 horas aterrizaron en Canadá, a 4.800 kilómetros de su destino inicial. Registraron el viaje en globo más lejos y a mayor velocidad promedio que quienes lo hicieron antes que ellos.

British Airways recurrió al juego sucio para competir con Virgin Airways, pero al final tuvo que pagar por un acuerdo extrajudicial y disculparse.

En los años de 1990, Branson disfrutaba de un éxito incomparable. Pero su prosperidad en la industria de la aviación no era bien vista por British Airways, la aerolínea británica tradicional, que emprendió varias campañas para sacarlo del negocio. Incluso había formado un equipo cuyo único propósito era perjudicar a Branson y a su compañía.

British Airways no solo se comunicaba con clientes de Virgin para ofrecerles vuelos más baratos, afirmando que los vuelos de su competidora se sobrevendían o se cancelaban, sino que hackeó la base de datos de Virgin para acceder a su información de reservas. Además, contrató a varios detectives privados y representantes de relaciones públicas para investigar a Branson, su familia y su empresa, a fin de desacreditar su imagen. Por ejemplo, después de ver un documental de televisión sobre el conflicto entre British Airways y Virgin, una clienta de Virgin llamó a la oficina de Branson para quejarse de que había recibido varias llamadas de personas que decían trabajar para Virgin. La habían llamado para avisarle que la habían sacado del vuelo que tenía reservado y le preguntaron si prefería tomar el Concorde al día siguiente. British Airways negó toda participación en las llamadas. Aún con esta información y con varios exempleados de British Airways dispuestos a testificar, los funcionarios responsables de la competencia justa entre aerolíneas negaron que existiera una campaña sucia.

Decidieron que las afirmaciones de Branson no tenían fundamento. Más tarde, Branson y su equipo recibieron un disco duro con registros y conversaciones entre altos ejecutivos de British Airways que revelaban que efectivamente la alta dirección había decidido desacreditar a Virgin. El magnate y sus abogados se sintieron lo suficientemente seguros para demandar a British Airways. Con esas pruebas condenatorias en la mano, British Airways cambió bruscamente su estrategia de la negación al acuerdo.

Se estableció el récord de pago por difamación no impugnado más alto hasta entonces. British Airways tuvo que pagar 500,000 libras a Branson y 110,000 libras a Virgin Atlantic como indemnización por difamación personal y empresarial. Además, tuvo que pedir perdón y reconocer su culpabilidad públicamente.

Resumen final

El mensaje clave de este libro. Pueden divertirse mientras amasan una fortuna si son lo bastante intrépidos para aceptar todos los retos y vencer todos los obstáculos que se interpongan en su camino.

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