El sutil arte de que te importe un caraj*:Un enfoque disruptivo para vivir una buena vida (2017) expone cómo vivir una vida mejor preocupándose por menos cosas. Si siguen algunas reglas simples, podrán disfrutar de una existencia más feliz y menos estresante.
¿Qué beneficio ofrece? Aprender a centrarse en las cosas importantes de la vida, ¡y al diablo con lo demás!
Vivimos en una era de oportunidades. Si queremos elegir una carrera, una pareja o la mejor fuente de noticias, tenemos a nuestra disposición una multitud de opciones. Entonces, ¿por qué no es pura dicha estar vivo? ¿Por qué tantos de nosotros estamos estresados e insatisfechos? Al fin y al cabo, deberíamos tener todo lo que queremos. Estamos así porque tratamos de hacerlo todo.
Hay tantas opciones a nuestra disposición que todo el tiempo terminamos dispersando la atención en las distintas alternativas y oportunidades. En suma, el querer abarcar demasiado nos deja exhaustos. ¿Cómo podemos remediar esta situación? Como muestran estos resúmenes, tenemos que identificar lo que es importante para nosotros y centrarnos en hacerlo.
¿Y lo demás? Nos debe importar un caraj**. Estos resúmenes les ayudarán a descubrir las pocas cosas que son lo suficientemente relevantes para que les importen.
Todo lo que hagan en la vida será una lucha, así que deben encontrar la lucha más adecuada para ustedes.
¿Qué quieren en verdad de la vida? En otras palabras, ¿cuál es su meta máxima, el logro que quieren que se ponga en su epitafio? No es una pregunta tan fácil de responder, ¿verdad?
Claro, muchos de nosotros diremos que queremos la felicidad, una familia que nos quiera y un trabajo que disfrutemos, pero esas son ambiciones bastante vagas. Y las ambiciones vagas son problemáticas porque no los empujarán a esforzarse por el éxito. Por desgracia, si quieren llegar a alguna parte en la vida, tendrán que luchar. Alcanzar sus metas exigirá trabajo duro y grandes dosis de perseverancia. Está garantizado que habrá reveses y adversidades en el camino. Si no tienen una meta que estén decididos a cumplir, flaquearán ante esas adversidades.
Supongamos que su meta es ser el director general de una empresa. Después de todo, ser director general sin duda suena fantástico. Imagínense cuánto poder y responsabilidad. Y, sin embargo, ser director general no es en absoluto un camino de rosas. Los directores generales por lo común trabajan 60 horas a la semana, tienen que tomar decisiones difíciles y deben estar preparados para despedir personal una y otra vez. Si no están empeñados en ser directores generales, tendrán dificultades con el trabajo arduo y habrá pocas probabilidades de que tengan éxito.
Como el conflicto es inevitable, tienen que encontrar algo que valga la pena el esfuerzo. Deben identificar lo que en verdad disfrutan haciendo. Trabajar en algo que los haga felices significará no sólo que afrontarán el constante batallar sin inmutarse, sino que llegará a encantarles. Pongamos por caso al autor. Se dio cuenta de que disfrutaba mucho escribiendo sobre las citas románticas, por lo que decidió centrar sus esfuerzos en escribir un blog de consejos sobre ellas. Fue un reto al principio, pero como le encantaba lo que hacía, superó la adversidad.
Con el tiempo, el esfuerzo fructificó. El blog atrajo a cientos de miles de suscriptores y empezó a pagar más que suficiente para que el autor se dedicara a él de tiempo completo. No tiene sentido buscar una vida fácil, sin adversidades. La única manera en que saldrán adelante es encontrar la meta por la que quieren luchar.
Sin embargo, también es importante decir que no a todas las luchas y tareas que no les producen alegría. Sean despiadados y dejen de perseguir las cosas de la vida que no los hacen felices. Centren la atención en las pocas cosas excelentes y manden al diablo todo lo demás.
El sufrimiento puede inspirar grandes cosas, pero si no tienen los valores adecuados, nunca serán felices.
Los mejores ejemplos de éxito por medio del esfuerzo pueden encontrarse en el mundo del arte. Al fin y al cabo, tendemos a imaginar al artista por excelencia como sumido en la pobreza y menospreciado. Alguien que se niega a rendirse hasta que se reconozca su genio.
Y este estereotipo es en realidad más acertado de lo que se imaginan. Ejemplo de ello es el guitarrista Dave Mustaine. En 1983 lo expulsaron de su banda cuando estaban en la cúspide de la fama. Furioso por el rechazo, Mustaine se propuso demostrar a sus excompañeros lo equivocados que estaban. Durante dos años trabajó sin descanso para perfeccionar su técnica y encontrar a los músicos que necesitaba para crear una banda aún mejor. La banda que formó fue Megadeth, un grupo muy popular que vendió más de 25 millones de discos.
Sin embargo, pese al éxito de Megadeth, Mustaine todavía no estaba contento. Siguió juzgando su éxito comparándolo con los logros de su antigua banda. Por desgracia para él, esa banda era Metallica, uno de los grupos musicales más grandes del mundo. Por compararse con Metallica, Mustaine se consideraba un fracaso a pesar de sus evidentes éxitos. La infelicidad persistente de Mustaine ilustra un peligro común. Medir el éxito propio comparándolo con el de los demás.
Para Mustaine, la única manera de sentirse realizado era ser más exitoso que sus excompañeros de banda, lo que significaba que estaba condenado a la decepción. Sobra decir que deberían encontrar valores más saludables con los cuales juzgar sus logros. Pitbest es un ejemplo brillante de cómo los valores adecuados pueden llevar a la felicidad. Al igual que Dave Mustaine, Best fue expulsado de una banda que estaba al borde del estrellato. Por desgracia para Best, daba la casualidad de que la banda eran los Beatles, los más grandes de todos los tiempos. Al ver que sus antiguos compañeros llegaban a la cima, Best cayó en una profunda depresión, pero después cambió sus valores.
Se dio cuenta de que lo que más anhelaba en la vida era una familia amorosa y una vida hogareña feliz. Claro, todavía deseaba hacer música, pero no quería que el éxito musical o la falta de él definieran su vida. Este replanteamiento lo llevó a sentirse realizado y feliz, e incluso a disfrutar haciendo música de nuevo, esta vez para bandas menos exitosas. En definitiva, cuando hablamos de felicidad, nuestros valores son más importantes que el éxito. En el siguiente resumen, veremos cómo encontrar los valores adecuados para guiarse en la vida.
Muchas personas tienden a centrarse en valores chatarra, por lo que conviene encontrar algunos valores buenos en los cuales creer.
En el resumen anterior vimos que medir su valía, comparándose con los demás, solo conduce a la desilusión. Y este es uno de los muchos valores chatarra que pueden descarrilarlos en su camino a la felicidad. Piensen, por ejemplo, en el placer.
Muchas personas deciden hacer del placer su valor prioritario en la vida. Sin embargo, no es saludable perseguir el placer por encima de todo. De hecho, es el valor central de los drogadictos, adúlteros y glotones. Las investigaciones han demostrado que quienes consideran el placer como el mayor bien tienden a estar ansiosos y deprimidos. Otro valor chatarra es usar su éxito material como criterio para evaluar su vida. Ya sea que anhelen un auto más grande que el del vecino o lucir un flamante Rolex, este valor es increíblemente común y ustedes quizá lo hayan adoptado en algún momento.
Pero no mejora el bienestar. Los estudios demuestran que, una vez atendidas nuestras necesidades básicas en la vida, la riqueza adicional no aumenta la felicidad. Y buscar la riqueza incluso puede tener un efecto nocivo si la elegimos por encima de valores como la familia, la honestidad o la integridad. Entonces, ¿cómo pueden evitar los valores chatarra? Pues, la mayoría de las veces, la adopción de valores chatarra procede de la falta de valores dignos de esforzarse por ellos. En consecuencia, si no quieren ser ciegamente hedonistas ni codiciar el nuevo Mercedes del vecino, deben identificar valores según los cuales merece la pena vivir.
Estos valores buenos deben estar basados en la realidad, ser útiles a la sociedad, tener efectos inmediatos y controlables. Pongamos por ejemplo la honestidad. La honestidad es un excelente valor con el que guiarse en la vida porque pueden controlarlo. Sólo ustedes pueden decidir si son veraces o no. Se basa en la realidad y como da retroalimentación sincera a los demás, es útil. Algunos otros valores que cumplen los tres criterios son la creatividad, la generosidad y la humildad.
A veces nos sentimos como víctimas, pero el cambio positivo solo se da cuando se asume plenamente la responsabilidad de la propia vida.
Cada año miles de corredores aficionados participan en maratones. Muchos de ellos lo hacen con el fin de recaudar dinero para buenas causas. Aunque muchos maratonistas tienen dificultad para terminar la carrera, la mayoría de ellos se enorgullecen de su logro.
Ahora imaginen que, en vez de inscribirse voluntariamente para correr un maratón, los obligaran a participar. Por bien que corrieran, lo más probable es que detestaran la experiencia. Sentirse obligado a hacer algo le roba la alegría. Por desgracia, muchos de nosotros vamos por la vida como si nuestras experiencias nos fueran impuestas. Ya sea una entrevista de trabajo fallida, el rechazo de una persona amada o incluso perder un autobús, nos vemos como víctimas infelices de las circunstancias de la vida. Echemos una mirada a un ejemplo extremo de este fenómeno.
William James nació en una familia acomodada de los Estados Unidos del siglo XIX. Aquejado de mala salud, a menudo sufría accesos de vómito y espasmos en la espalda. Su primer sueño fue ser pintor, pero tenía dificultad para destacar en esa actividad, y su padre se burlaba todo el tiempo de su falta de talento. Decidió entonces estudiar medicina, pero terminó abandonando la facultad. Enfermo e insatisfecho, sin apoyo de su familia ni trabajo, pensó en el suicidio. Pero entonces leyó acerca de la obra del filósofo Charles Peirce.
El razonamiento central de Peirce era que todo el mundo debe responsabilizarse al 100% de su propia vida, mensaje que resonó en James. James comprendió que su infelicidad provenía de su convicción de ser una víctima de influencias externas. Ya fuera por su enfermedad o por las críticas de su padre, culpaba de su situación a cosas que no podía controlar, y esto lo hacía sentirse impotente. Se dio cuenta de que era responsable de su vida y sus actos, y empoderado por este pensamiento, comenzó de nuevo. Después de años de trabajo arduo, llegó a ser un precursor de la psicología estadounidense. Por lo tanto, si alguna vez se sienten víctimas, recuerden a William James y procuran responsabilizarse de su vida.
Imaginen que su pareja los abandona. Sería demasiado fácil culpar a su antiguo ser amado de crueldad e indiferencia. Más sabio sería ver qué responsabilidad tienen ustedes en el fracaso de la relación. Puede ser que hayan descuidado su parte justa del trabajo doméstico, o que no hayan respaldado las ambiciones de su pareja. Dándose cuenta de sus errores y trabajando en ellos, podrán evitarlos en el futuro. Solo entonces podrán vivir una vida mejor y más feliz.
Solemos huir cuando nuestra identidad está amenazada, pero el budismo puede ser de utilidad.
Imagínense esto. Son altos directivos de una empresa grande y famosa. Les gusta su trabajo y lo que ganan. Tienen un buen auto, ropa elegante y el respeto de sus compañeros. Sobre todo, les encanta ser altos directivos. Ser un alto directivo es quiénes son. Ahora supongan que se les presenta la oportunidad de llegar a la cima. Sin embargo, la oportunidad no está exenta de riesgos considerables. Si no la manejan a la perfección, lo perderán todo.
El trabajo, el auto, el respeto y, sobre todo, la identidad. ¿Correrían el riesgo? La inmensa mayoría de la gente no lo haría. Esto es consecuencia de lo que el autor llama la «ley de la evasión de Manson», la tendencia a huir de todo lo que amenace nuestra identidad. Aunque prevenir riesgos importantes, como los descritos antes, quizá parezca prudente, el impulso de proteger a toda costa nuestra identidad suele ser más un obstáculo que un apoyo. Por ejemplo, muchos pintores y escritores aficionados se niegan a publicar o vender su obra.
Les aterra que, si muestran sus cuadros o escritos, a nadie le gusten. Intentarlo y fracasar destruiría su identidad, pues ésta se ha construido en torno a la posibilidad de llegar a ser grandes artistas, así que nunca lo intentan. Por suerte hay una manera de moderar los aspectos negativos de la ley de la evasión de Manson. Practicar el budismo. El budismo enseña que la identidad es una ilusión. Sin importar cuáles sean las etiquetas que se ponen —rico, pobre, feliz, triste, exitoso, fracasado—, no son más que construcciones mentales.
Simplemente no son reales, por lo que no debemos dejar que dicten nuestras vidas. Por lo tanto, deben aprender a desprenderse de su identidad. Liberarse de su identidad puede ser una experiencia maravillosa. Por ejemplo, es posible que siempre se hayan considerado personas interesadas en su profesión, y esto ha significado que siempre antepongan su trabajo a su familia y sus pasatiempos. Libérense de esta opresiva imagen de sí mismos y podrán hacer lo que los haga felices, ya sea pasar el rato con sus hijos o construir aviones a escala.
Si quieren ver un cambio positivo, tienen que aceptar sus errores e inseguridades.
¿No detestan a esas personas pesadas que siempre creen que tienen la razón? Esos arrogantes sabelotodos que, aunque les digan que están equivocados, no escuchan? Gracias al cielo que ustedes no son así. Pues, desgraciadamente, sí lo son. De vez en cuando todos incurrimos en la ilusión de que tenemos razón cuando no es así. Pongamos este ejemplo. Hacía poco que un amigo del autor se había comprometido. Casi todo el mundo opinaba que el futuro novio era una persona digna y amigable, a excepción del hermano de la prometida. Simplemente no dejaba de criticar la elección de pareja de su hermana y estaba convencido de que el prometido terminaría lastimándola.
Casi toda la gente sabía que el hermano se equivocaba, incluida su propia hermana. Pero por más que lo intentaron, no pudieron hacerlo admitir la posibilidad de que su opinión fuese un poco delirante. Si no quieren actuar como ese hermano, tienen que estar dispuestos a preguntarse una y otra vez si están equivocados. Sólo así podrán superar esos puntos ciegos en los que creen, equivocadamente, que tienen razón. Esto no es tan fácil como parece. Muy a menudo nuestras falsas creencias encubren nuestras inseguridades.
Esto significa que, si cuestionamos constantemente nuestras decisiones y nuestros actos, descubriremos verdades incómodas sobre nosotros mismos. Volviendo al ejemplo del hermano hipercrítico, es probable que su desagrado por el futuro novio ocultara sus propias inseguridades. Quizá tenía envidia de que su hermana hubiera encontrado el amor y él no, o celos de que su hermana dedicara su atención al prometido y no a él. Es posible incluso que estuviera enojado porque su hermana prestaba poca atención a lo que él quería.
Cualquiera que fuese la razón, le era más fácil hacer suposiciones falsas que afrontar sus inseguridades. Por suerte, ustedes no tienen que caer en la misma trampa. Si están dispuestos a cuestionar sus creencias y enfrentar sus inseguridades, podrán comportarse de manera más sana y feliz.
El amor romántico puede ser destructivo si no aprendemos a controlarlo.
Romeo y Julieta es quizá la historia de amor más famosa del mundo. Sin embargo, no es una historia feliz, sino más bien caótica, con asesinatos, destierros y rencillas sangrientas, y termina con el suicidio de ambos amantes. La tragedia de esos amantes desventurados resalta el poder destructivo del amor romántico.
Los estudios han demostrado que las relaciones románticas apasionadas tienen un efecto estimulante en el cerebro parecido al de la cocaína. Es decir, experimentan una exaltación intensa y luego vuelven a caer. Después buscan de nuevo la exaltación, pero no necesariamente con la misma persona. Una receta para sentir dolor y angustia. En la época de Shakespeare se conocían bien los peligros del amor romántico. Incluso es posible que Elbardo escribiera Romeo y Julieta a modo de crítica del deseo romántico como pasión destructiva.
Hasta el siglo XIX la mayoría de las parejas y matrimonios se basaban en los respectivos conjuntos de aptitudes de los miembros y no en el amor apasionado del uno por el otro. Desde luego, las cosas son diferentes ahora. Hoy en día el amor romántico suele considerarse el ideal, y esto propicia el desengaño. Entonces, ¿qué pueden hacer? ¿Deben renunciar de plano a la idea del romance? No del todo.
El amor romántico puede ser sano o no dependiendo de si cumple determinados criterios. El amor enfermizo se da cuando cada miembro de la pareja usa la relación para escapar de sus problemas. Por ejemplo, pueden estar insatisfechos con su vida, por lo que usan los sentimientos del uno por el otro como distracción. Por desgracia, nadie puede disfrazar los problemas personales para siempre, así que esta evasión en forma de pasión inevitablemente se vuelve amarga. El amor saludable, en cambio, existe cuando ambos miembros de la pareja se comprometen por completo con la relación. Antes que usarla como distracción, se entregan el uno al otro.
En vez de atender a sus sentimientos propios, cada miembro ofrece su apoyo al otro. Sin embargo, este apoyo debe ser deseado. Si uno de los miembros excede los límites y busca controlar al otro, por ejemplo, tratando de resolver sus problemas, surgirán dificultades. Si uno de los miembros pretende dominar al otro, es prueba evidente de amor enfermizo.
A los seres humanos nos aterra la muerte, por lo que intentamos seguir viviendo después de ella.
Quizá no les guste pensar en ello, pero algún día morirán. Este hecho incómodo y nuestra manera de afrontarlo tienen mucho que ver con la manera como vivimos la vida. Para entender cabalmente cuánto control tiene la muerte sobre nuestra vida, podemos acudir a la obra de Ernest Becker.
Becker era doctor en antropología y un hombre algo inconformista. Aunque su enfoque poco convencional y su muerte prematura limitaron su trayectoria académica, escribió un influyente libro sobre morir, La negación de la muerte. En él, Becker presentaba dos ideas principales. La primera es que a los seres humanos nos aterra morir. A diferencia de otros animales, los humanos somos capaces de pensar en situaciones hipotéticas. Podemos imaginar cómo sería nuestra vida si hubiéramos optado por estudiar otras carreras universitarias o decidido ser farmacéuticos en vez de maestros.
Sin embargo, esta capacidad de proponer hipótesis tiene una desventaja. Podemos imaginar cómo será la vida después de que hayamos dejado de existir. Esto nos lleva a la segunda idea principal de Becker. Como sabemos que estamos condenados a morir, intentamos crear un yo conceptual que siga viviendo después de nuestra muerte. En otras palabras, pasamos nuestra vida mortal buscando proyectos de inmortalidad, cosas que subsistirán como nuestro legado. Es este deseo el que motiva a algunas personas a perseguir la fama, mientras que otras quizá busquen dejar una huella en la religión, la política o los negocios.
Sin embargo, este sueño de inmortalidad causa problemas a la sociedad. El deseo de la gente de moldear el mundo o al menos parte de él a su gusto ha causado guerra, destrucción y sufrimiento. Además, no es sano para nosotros como individuos. El impulso desesperado de dejar una huella nos produce estrés y ansiedad. Por suerte hay una solución sencilla. Debemos dejar de luchar por la inmortalidad.
Tenemos que mandar al diablo la fama y el poder y en cambio centrarnos en el aquí y el ahora. Busquen sentido en el presente y aspiren a propagar la felicidad y la alegría allí donde estén. Y el mandar al diablo no debe limitarse a los pensamientos de muerte. Como han aprendido en estos resúmenes, tratar de serlo todo para todo el mundo no hará más que llevarlos al dolor. Si quieren llevar una vida feliz, céntrense en las cosas que disfrutan, ya sea el esfuerzo alegre o una relación sana. Todo lo demás es una distracción sin sentido.
Resumen final
El mensaje clave de este libro es: Intentamos hacer demasiado en la vida y esto nos lleva al estrés y la infelicidad. Todos debemos aprender a que nos importen un carajo las cosas que nos producen dolor. Elijan aquello que realmente quieren que les importe y adopten un enfoque más constructivo del trabajo, el amor y la vida misma.
Consejos prácticos. Olviden el MDO y aprendan a decir que no. Si quieren centrarse solo en las cosas que les importan realmente, es vital decir que no a todo lo demás. El MDO, miedo a desaprovechar una oportunidad, nos mantiene estresados. Pero lo cierto es que de todas formas desaprovecharemos oportunidades. No pueden tener la vida profesional perfecta, mucho tiempo para pasarlo en familia e incontables horas para pasarla surfeando las olas en una playa bañada de sol.
Es más importante perderse las cosas adecuadas. Así que elijan lo que les importa y olviden todo lo demás. Sean totalmente implacables en esto. Por ejemplo, sigan los pasos del multimillonario director de empresa Mohammed El-Erian, que renunció a su lucrativo empleo para poder pasar más tiempo con su hija pequeña.