Fluir: Una psicología de la felicidad(1990) explora cómo podemos experimentar felicidad en la vida controlando la atención y fortaleciendo la voluntad. Esto se consigue enfrascándose en una actividad o asunto que ni nos ponga ansiosos (porque sea demasiado difícil) ni nos aburra (porque sea demasiado fácil). En este estado de «flujo», perdemos la conciencia de nosotros mismos, el egoísmo y la noción del tiempo. Mediante la definición de objetivos y la retroalimentación inmediata, podemos alcanzar un estado de flujo que mejora la relación con el trabajo, aumenta la autoestima y le da sentido a nuestra vida.
¿Qué beneficio ofrece? Para encontrarle sentido a la vida, basta con buscar el flujo.
¿Por qué algunas personas disfrutan de una existencia feliz y creativa, mientras que otras parece que se instalan en una rutina cómoda pero frustrante? Fluir, de Mihaly Csikszentmihalyi, tiene la respuesta.
Obra seminal de la psicología, Fluir sostiene que, en nuestra vida cada vez más llena de ansiedad y distracción, podemos centrarnos demasiado en recompensas y opiniones externas, por ejemplo, comparándonos compulsivamente con nuestros compañeros. Remedio muy necesario, este libro ofrece técnicas que nos permiten centrarnos más bien en recompensas intrínsecas que nos pueden ayudar a enfrascarnos tan enteramente nuestros intereses que entramos en un estado de flujo puro. En este estado, sencillamente no nos importan las recompensas externas como el poder o la riqueza, y ni siquiera tenemos en cuenta las opiniones ajenas. Cimentado en años de investigación empírica, Fluir también aprovecha la sabiduría y la filosofía antiguas, así como la psicología moderna, para dar incontables ejemplos de personas que encontraron la manera de alcanzar la concentración óptima y, en consecuencia, vivir satisfechos y producir sus mejores obras. Por ejemplo, aquí se enterarán de que muchos científicos crearon sus obras más revolucionarias en su tiempo libre. Sabrán por qué un cirujano o un futbolista millonario pueden estar profundamente aburridos, mientras que un obrero de fábrica habla con entusiasmo de toda clase de cosas.
Conocerán también por qué ir a la cárcel les puede ayudar a descubrir sus objetivos y reafirmar su voluntad, como sucedió con Malcolm X. Por último, verán cómo estar más conscientes de su entorno también puede ayudarles a sacar el mayor provecho de escuchar música. Si están insatisfechos con su trabajo o aburridos e infelices en casa, los Blinks los sacarán de la rutina y los animarán a aprovechar al máximo su tiempo limitado en este mundo.
Recurrimos a la religión y los lujos para escondernos de un mundo indiferente y sin sentido.
Cuando examinamos nuestra vida tomando cierta distancia, parece insignificante, y si la miramos de cerca, advertimos que somos infelices y estamos insatisfechos. Para ayudarnos a soportarlo, la mayoría buscamos consuelo en la religión o en recompensas externas, como la riqueza o la fama. Aunque parece que este remedio tiene sentido, también puede hacernos renunciar a nuestras facultades esenciales.
Por ejemplo, mientras que las religiones organizadas como el cristianismo y el islam nos han provisto de reglas para vivir y le han dado sentido a nuestra vida, descubrir de primera mano el dilema del ser humano en el universo demuestra que los principios de la religión se equivocan. Aún así, muchas personas siguen abrazando ideologías religiosas porque están más cómodas pensando que la vida es significativa. Además, muchos imperios y culturas hicieron creer a sus ciudadanos que tenían dominio sobre su destino. Por ejemplo, los romanos en el auge de su poderío y los chinos antes de la invasión de los mongoles. Aunque esta creencia reconfortaba a la gente, resultó absolutamente equivocada una vez que estas civilizaciones se derrumbaron. Y si no nos escondemos detrás de la religión o la ideología política para eludir el sinsentido de la vida, batallamos por obtener recompensas externas como poder, riqueza o fama.
Sin embargo, tampoco estas cosas nos satisfacen mucho tiempo. Sin duda, vivimos en una época de mucho lujo y las personas del pasado no creerían las comodidades que la vida moderna ofrece. Pero parece que tener más dinero y adquirir más cosas no aumenta nuestra felicidad. Como lo demostró un estudio, no hay una correlación marcada entre la satisfacción con la vida y el ser rico.
No hace falta mirar lejos para ver pruebas de ello. Basta pensar en el número de pacientes ricos que reciben tratamiento regular de los psiquiatras. Por tanto, para dar sentido a nuestra vida, intentamos cambiar nuestro entorno, ya sea ostentando nuestra riqueza para impresionar a los demás o persiguiendo puestos de poder. Sin embargo, nada de esto sostiene nuestra felicidad.
Los genes nos impulsan a buscar placeres básicos, no las aptitudes y los retos de los que está hecho el disfrute.
Aunque nuestra atención puede captar sólo una cantidad limitada de información en el transcurso de la vida, de este recurso decreciente la mayoría elegimos obtener una gratificación inmediata como compensación por el ajetreo diario de la vida. Esto se debe a que preferimos el simple placer al más gratificante pero menos alcanzable disfrute. El placer ofrece una simple restauración del orden normal, en gran medida como dormir o comer.
Hemos evolucionado de modo que cuando el azúcar nos baja en la sangre, sentimos hambre y la necesidad imperiosa de comer algo. El disfrute, en cambio, implica que nos superemos, usando nuestras aptitudes y concentración, para trascender las aparentes limitaciones de nuestros genes. De este modo, el disfrute nos ayuda a alcanzar los objetivos ambiciosos que nos fijamos y nos permite controlar nuestra atención. Esto puede verse, por ejemplo, cuando preparamos una comida que nunca habíamos hecho. La paciencia y la voluntad de experimentación que esta tarea exige, contribuye al desarrollo de un paladar exquisito que nos permite saborear cada bocado. Con todo, es el placer y no el disfrute lo que parece que preferimos, a menudo en forma de escapismo y hedonismo indoloros.
Pero estos últimos carecen de novedad y oportunidades de crecimiento. Por ejemplo, después de una jornada de trabajo arduo, muchos nos sentamos a ver televisión, películas o videos. En este estado de puro consumo es cuando estamos más pasivos y nos distraemos con mayor facilidad. Más aún, los fines de semana muchos nos relajamos con alcohol o incluso otras drogas, aunque éstas quizá prometan relajación o aumento del grado de conciencia, la consecuencia suele ser un deterioro de la capacidad de concentración y de autocontrol. Las tramas predecibles de los programas de televisión y el paraíso artificial del alcohol y las drogas requieren estimulación externa, mientras que nos impiden ejercitar nuestras aptitudes o concentrarnos plenamente en nuestros objetivos. Nuestra mente a menudo no hace lo que puede para alcanzar el crecimiento o la complejidad, pero no deberíamos tomar el camino fácil y de mayor distracción.
Los elementos del disfrute son accesibles para todo el mundo, mas los objetivos son únicos para cada uno.
En distintas lenguas y culturas, las personas usan las mismas expresiones para describir lo que sienten cuando entran en la concentración óptima. Este sentimiento es de disfrute y no de placer, y nos invade cuando nos enfrascamos en una actividad que equilibra las aptitudes y los retos, tiene objetivos claros y produce retroalimentación inmediata. Tomemos por ejemplo a los cirujanos, que realizan operaciones sumamente diestras.
Obtienen retroalimentación visual inmediata sobre lo bien que están trabajando con la falta de sangre en una incisión, mientras que la extirpación de un órgano enfermo puede darles satisfacción gracias a la certeza de que la operación ha resultado bien. Pero no todos pueden tener los mismos objetivos. Comparemos a los cirujanos con los especialistas en medicina interna. Los internistas, como los cirujanos, tienen objetivos claros, pero, a diferencia de ellos, no pueden obtener retroalimentación inmediata, por lo que necesitan un conjunto de otros objetivos para llegar al disfrute. Quizá diagnosticar bien una enfermedad y administrar la medicina indicada. Entrar en la concentración óptima significa estar enfrascado por completo en la tarea de que se trate.
Esto combina la acción de la conciencia, lo cual infunde un sentimiento de control. Tomemos por ejemplo a los escaladores de paredes rocosas. Es obvio que sus objetivos los enfrentan a peligros extremos, pero lo que disfrutan es usar su pericia para aplacar sus temores, por ejemplo, calculando con precisión la dificultad de una escalada. Para hacerlo, tienen que dedicar toda su atención a la tarea.
Ese grado de enfrascamiento y total concentración se ha observado también en los marineros melanesios. Los investigadores observaron que estos marineros, si se les vendaba los ojos y se los alejaba cientos de kilómetros de su isla de origen, podían señalar su posición exacta tan solo fijándose en el modo como las corrientes marinas movían la embarcación. El enfrascamiento que vemos en el cirujano, el escalador de roca y el marinero melanesio es tan intenso que puede desprendernos de la conciencia de nosotros mismos, las preocupaciones y las angustias, y hacernos perder la noción del tiempo. De hecho, el escalador de rocas se concentra a tal grado en las complejidades de la pared rocosa que se olvida de sus problemas, y los cirujanos expresan que han tenido la sensación de ser un solo organismo junto con su equipo de colaboradores.
Desarrollar aptitudes nuevas e interesantes exige enfrentar retos ligados a recompensas personales.
Una mañana en Nápoles, un turista estadounidense entró en una tienda de antigüedades y dijo que quería comprar una escultura. El tendero le dijo un precio exorbitante, pero al ver que el turista estaba dispuesto a pagarlo, dijo que la escultura no estaba en venta. ¿Por qué?
Dijo el precio elevado, no porque quisiera aprovecharse del turista, sino porque le gustaba el regateo y la batalla de ingenios que implica, pues agudizaba su destreza mental y sus aptitudes para vender. Siempre que nos enfrascamos en algo como esto, algo que no es ni demasiado fácil ni demasiado difícil, tendemos a superar nuestros límites y lograr más. Por ejemplo, si se es un principiante en el tenis, al principio se disfrutará tan solo con el intento de hacer que la pelota pase por encima de la red. A medida que se mejora, este reto fácil empezará a ser aburrido y se empezará a buscar maneras de desafiarse a uno mismo. Por ejemplo, jugando contra otra persona. Si uno elige un oponente mucho más hábil, pronto empezará a sentirse incapaz y ansioso.
Como el reto es tan difícil, se puede incluso renunciar a la oportunidad de adquirir nuevas aptitudes. Pero si se elige un oponente que está apenas por encima del propio grado de competencia, las aptitudes pueden mejorar. Aún así, la mejora también exige que estas aptitudes coincidan con los objetivos y pasiones personales, y que no las afecten circunstancias externas como la promesa de una recompensa si uno se desempeña bien, o la amenaza de un castigo en caso contrario. Consideremos el caso de la ceramista Eva Ziesel, que fue encarcelada por la policía de Stalin.
Motivada por la necesidad personal de mantener la cordura, jugaba al ajedrez mentalmente contra sí misma, memorizaba los poemas que escribía y hacía gimnasia. Siguió mejorando sus aptitudes aún en las peores condiciones. Las personas como Ziesel, que tienen poco más para mantenerse motivadas, inventan juegos consigo mismas a fin de no perder la cordura, desarrollan la imaginación y otras aptitudes, y controlan su conciencia.
Con disciplina, podemos usar los sentidos y los movimientos para ayudarnos a entrar en un estado exaltado de conciencia.
Para la mayor parte de la gente, la idea de poner atención al propio andar es poco común. Caminar sólo sirve para ir del punto A al punto B. Si ponemos atención a la variedad de vistas en torno nuestro, la gente, sus interrelaciones, los sitios de interés histórico o arquitectónico, etc., aún los actos más rutinarios como caminar pueden transformarse.
Practicando la conciencia plena de nuestro entorno, podemos aprender a percibir mucho más de lo que permiten nuestras reacciones automáticas ante el mundo. De hecho, el mundo es propicio para la inspiración. El cielo está lleno de formas y colores asombrosos y excepcionales. Estar atento a tales maravillas nos hace sentirnos conectados con el mundo y ver las cosas como si fuera la primera vez. O considérese la magia de la música. Hoy tenemos una infinidad de opciones y podemos escuchar casi cualquier música pulsando un botón.
Sin embargo, rara vez nos permitimos perdernos en toda su complejidad. Si aprendemos a estar plenamente conscientes de la música que escuchamos, esto puede abrirnos otros niveles. El sensorial, percibir cómo reacciona el cuerpo al ritmo y el bajo. El analógico, visualizar en la mente imágenes que corresponden con la música. Quizá Tchaikovsky llevándonos en trineo por un bosque nevado. Y el analítico, en el que analizamos la estructura de una pieza y la comparamos con otras versiones y compositores distintos, y así sucesivamente.
Sin embargo, para alcanzar la conciencia plena, tenemos que fortalecer el autocontrol, lo que puede lograrse aprovechando la antigua sabiduría oriental. El yoga se ha practicado durante siglos como método para liberar el yo del ego, pero también puede usarse para dirigir la atención hacia rumbos positivos que coincidan con objetivos específicos. Los pasos que el yoga prescribe para centrar la atención son la práctica de la no violencia, la obediencia, la limpieza, el estudio disciplinado y el reconocimiento de un poder superior. En realidad, es posible tener un control sin precedente sobre la mente sin usar nada más que el cuerpo que habitamos.
Podemos cultivar nuestros recuerdos y pensamientos para que se centren en ideas complejas y no en los defectos del yo.
Muchos de quienes practicamos deportes y ejercicio obtenemos disfrute de la atención concentrada que requieren. Pero no es sólo mediante el deporte como podemos lograrlo. También podemos usar la mente para jugar y entrar en el estado de flujo que produce disfrute.
Tal estado de flujo mental se puede derivar de enfrascarse en juegos de palabras y juegos y ejercicios de memoria. Por ejemplo, los crucigramas sirven para matar el tiempo en los trenes y otros transportes, pero esta actividad depende de un estímulo externo. En su lugar, intenten crear crucigramas propios. Esto no sólo puede llevarnos al flujo, sino que mejora las aptitudes para los juegos de palabras, lo que hace más divertidas las conversaciones al trascender las acostumbradas charlas triviales y prosaicas. También pueden poner a prueba la memoria. Busquen un tema que les interese y averigüen cuanto puedan sobre él.
Por ejemplo, versos que les gusten o la historia de la Segunda Guerra Mundial. Al hacerlo, se permiten confiar en la memoria para estimular la mente y sentirse vinculados con el tema. Además, el estado de flujo se puede alcanzar centrando la atención en cosas externas y no en los propios defectos. Podrían tratar de hacer lo que Bertrand Russell hacía para ponerse feliz. Olvídense de sus defectos y concéntrense en el mundo exterior, enfrascándose en muchos campos del conocimiento o dedicándose a estudiar personas a las que admiran. De hecho, aún los complejos mundos de la ciencia y la filosofía pueden ser objetos de disfrute tanto para los aficionados como para los académicos, ya que estimulan la contemplación y el uso de la lógica.
En realidad, muchos científicos alcanzaron el éxito simplemente porque disfrutaban cultivando sus aptitudes para la ciencia. Por ejemplo, Isaac Newton pasó dos años de soledad viviendo en una granja, y fue allí donde formuló su teoría de la gravedad. Y Gregor Mendel era un fraile cuya afición a la horticultura condujo al nacimiento de la genética. Y no olvidemos a Einstein, que trabajaba de día en una oficina de patentes suiza y formulaba sus teorías en su tiempo libre.
Cualquier trabajo que se toma como juego, ofrece recompensas intrínsecas y exige diversas aptitudes, deja de ser «trabajo».
Muchas personas están insatisfechas con su rutina diaria, y a menudo la causa es su trabajo, lo que empeora las cosas es que dedican su tiempo de ocio a descansar del trabajo de la manera más perezosa. Sin embargo, el trabajo puede convertirse en una actividad que presenta retos, acapare nuestra atención y reduzca nuestra ansiedad. Pensemos en los habitantes viejos de un cacerío de los Alpes italianos, que no distinguían entre el trabajo cotidiano y el tiempo de ocio.
Todos los días tenían que levantarse a las 5 de la mañana para ordeñar vacas, acarrear fardos de heno a kilómetros de distancia, cuidar el huerto o cocinar para la familia. Pero al preguntárseles qué cambiarían de su vida si fueran ricos, respondieron que no cambiarían nada. Muchas personas dijeron encontrarse en un estado de flujo más a menudo cuando trabajaban que cuando no. Y otros dijeron que el trabajo las hacía creer más en su creatividad y concentración. Una manera de alcanzar el estado de flujo es fijarse recompensas intrínsecas, es decir, las que no están motivadas por incentivos monetarios u otros alicientes extrínsecos, como tratar de superar el nivel de rendimiento habitual o aprender lo más posible sobre el trabajo. Pongamos por caso al soldador de vagones de ferrocarril que era muy popular entre sus compañeros.
Su popularidad se debía a que había aprendido todas las tareas esenciales de la cadena de montaje de la compañía y disfrutaba realizando cualquiera de ellas. También rechazaba los ascensos porque prefería realizar una diversidad de tareas manuales y disfrutaba convirtiendo cada una de ellas en un reto. Cuando terminaba la jornada, él no sentía la necesidad de escapar, sino que dedicaba el tiempo libre a cultivar su jardín. En consecuencia, para entrar en un estado de flujo, busquen nuevos retos en el trabajo, aspirando a aprender todo lo posible sobre las tareas esenciales para mantener la empresa en funcionamiento en vez de limitarse a registrar la entrada y la salida.
Relacionarse con la familia, los amigos y la comunidad es vital para nuestra felicidad, expresividad y crecimiento.
Los transportes abarrotados y las oficinas de planta abierta pueden afectar nuestra libertad e individualidad. El tiempo que pasamos solos nos permite dedicar toda la atención a una cosa, pero también puede causarnos aburrimiento. Es entonces cuando necesitamos el apoyo de las personas que conocemos y en quienes confiamos.
En suma, buenos familiares, amigos y vecinos. Las buenas familias ofrecen retroalimentación sincera, aceptación incondicional y objetivos a largo plazo. Las familias que propician experiencias gratas son tanto diversas, aceptan las distintas cualidades y características de cada miembro tal como son, como integradas, es decir, honestas, justas e incluyentes. Por ejemplo, los padres que participan en actividades desafiantes y exigentes como la carpintería o la cocina, en vez de ver televisión o beber alcohol, tienen mayor probabilidad de ver que sus hijos procuran imitar estos rasgos positivos. También necesitamos buenas amistades, pues son esenciales para fortalecer nuestro lado expresivo. Las aptitudes que tenemos pueden ser esenciales, como el instinto de supervivencia o las competencias profesionales, o expresivas, las que mantienen claramente nuestra personalidad.
A diferencia de estar solo, pasar el tiempo con amigos nutre nuestro lado expresivo, produce un grado mucho mayor de felicidad, autoestima, fuerza y motivación, además de que nos proporciona un público. Por último, necesitamos a los vecinos y la comunidad para brindarnos oportunidades de innovación y crecimiento. Si no hacemos caso a los vecinos o evitamos el contacto con nuestra comunidad, nos perderemos su ayuda en el futuro y nos encerraremos en nuestros viejos hábitos. Consideremos, por ejemplo, las tribus indígenas de Canadá, que a menudo encuentran zonas ricas en recursos alimentarios y establecen poblaciones permanentes.
Sin embargo, cuando crece la siguiente generación, lo dejan todo y se trasladan a otro lugar, donde comienzan de nuevo desde cero, lo que supone que deben aprender nuevas formas de buscar y cosechar alimentos. Lo hacen para sacudirse la rutina, adquirir nuevas habilidades y recuperar la salud y el vigor. Por tanto, asegúrense de cultivar sus relaciones, pues les darán muchas oportunidades de felicidad y crecimiento.
Concentrar la atención aleja la ansiedad y nos ayuda a adquirir perspectiva y encontrar nuevas maneras de crecer.
Todos enfrentamos la desgracia en algún momento u otro, antes que rendirse porque nos sentimos incapaces de manejar la situación, podríamos emplear las siguientes tres estrategias. En primer lugar, debemos desprendernos de nuestro ego y confiar en nuestra capacidad para afrontar las situaciones a medida que surjan. Por ejemplo, todos hemos tenido una computadora que deja de funcionar aparentemente sin explicación, por lo común cuando estamos en medio de un trabajo importante.
Y la mayoría hemos experimentado averías en un medio de transporte, lo que trastorna nuestra agenda de todo el día. ¿Por qué me pasa esto a mí? , solemos preguntarnos. Sentimos esta frustración porque parece que tales situaciones están en conflicto directo con nuestras intenciones. Por ende, conviene aprender a tener en cuenta las normas que rigen el funcionamiento de la computadora o el medio de transporte y no solo nuestras necesidades y motivos personales. La segunda estrategia es practicar la conciencia plena de nuestro entorno.
Tomemos por ejemplo a Charles Lindbergh, el primer piloto en volar solo a través del Atlántico. Correr ese aparente riesgo habría infundido miedo a la mayoría de la gente, pero en vez de fijarse en su miedo, Lindbergh se enfrascó en las complejidades de la cabina, las palancas, perillas e incluso las marcas de soldadura. Al cobrar esa conciencia plena, Lindbergh se liberó de su ansiedad. En tercer lugar, antes que rendirse ante las situaciones difíciles, úsenlas para descubrir soluciones novedosas.
Digamos que nos hemos esforzado mucho en el trabajo, pero nuestra única oportunidad de ascenso está amenazada por la relación especial entre el jefe y nuestro colega. Otra solución es tratar de congraciarnos con el jefe. Sin embargo, podríamos tomar un rumbo más original, por ejemplo, cambiarnos de empleo a otra compañía, dedicarnos a otra profesión o simplemente invertir más tiempo en proyectos propios. Ninguna de estas soluciones es mejor que otra, pero la última nos daría retos mucho más agradables.
Descubran sentido en la vida teniendo objetivos unificados y la voluntad de ponerlas en práctica.
Como la Tierra no es el centro del universo y nuestros genes manipulan nuestra existencia, se diría que la vida está privada de sentido último. Sin embargo, no hay duda de que podemos crear sentido, y la belleza de esto es que cada uno de nosotros puede elegir cuál es ese sentido. Para encontrar su sentido, fíjense un objetivo final en la vida y centren su atención en él.
El objetivo final es irrelevante siempre y cuando se enfrasquen en retos cada vez más complejos que les permitan desechar las opiniones de los demás. Por ejemplo, los artistas del Renacimiento se esforzaron y se enfrascaron en una cultura idealista eligiendo libremente entre lo mejor de dos culturas opuestas, una de salud física y sensualidad y la otra de abstracción y espiritualidad. Una vez que hayan fijado su objetivo, hay que poner manos a la obra, y para ello necesitan intenciones y una resolución fuertes. Es demasiado fácil concebir un objetivo que jamás alcanzaremos. De hecho, muchas personas no pasan de activistas de gabinete, que dejan todo para después escribiendo interminables listas de tareas pendientes. Antonio Gramsci, por ejemplo, podría haberse convertido en un académico aislado más, pero, lejos de eso, transformó las enfermedades y la pobreza de su infancia en una batalla de toda la vida contra las condiciones sociales que había padecido su familia.
Debido a la fuerza de su resolución, llegó a ser una figura política estridente y murió en una cárcel de Mussolini como uno de los opositores más fuertes del fascismo. Por último, sus objetivos y resoluciones deben armonizar entre sí, expresando el tema de su vida. Malcolm X fue una persona que dominó lo anterior. Malcolm X creció en la pobreza, vendió drogas y recibió una pena de cárcel.
Fue allí donde descubrió la lectura y la reflexión, y adquirió el conocimiento de sí mismo que motivó su resolución, llegar a ser un activista de los derechos civiles y mejorar las condiciones de vida de otras personas. Imagínense dónde estaríamos sin objetivos tan claros y una voluntad tan firme. Seríamos capaces de combatir enfermedades mortíferas, crear obras de arte o caminar en la luna.
Resumen final
El mensaje clave de este libro: Para vivir una vida óptima, no se dejen influir por recompensas externas ni opiniones de los demás. Pueden alcanzar la felicidad en la vida centrando la atención en cada momento, estando plenamente conscientes de su entorno y enfrascándose en sus intereses. Finalmente, nunca eviten encarar los retos difíciles, ya que ellos pueden llevarlos al crecimiento y los logros personales.
Consejos prácticos: Aprendan más sobre su trabajo. Fíjense el reto de aprender todo lo posible sobre su trabajo, aceptar las oportunidades de desempeñar nuevas tareas y trabajar cada vez mejor y más rápido. Esto no sólo traerá consigo menos aplazamiento de tareas, sino que el tiempo pasará mucho más rápido. También se volverán más populares entre los compañeros y quizá hasta les ofrezcan un ascenso, pero no dejen que estas sean sus principales motivaciones. Apaguen la televisión y pónganse creativos.
En vez de ver televisión o películas en la noche, convivan con sus amigos, compañeros de apartamento o personas de su comunidad y desafíense, por ejemplo, a escribir obras de teatro y a actuar en ellas o a iniciar un club de lectura. Cuando sientan ganas de beber todo el fin de semana, ¿por qué no se enfrascan mejor en bailar salsa, hacer comedia en vivo o practicar el Kama Sutra? Estas actividades pueden aumentar su confianza y elevar sus conversaciones por encima de la conversación banal y los cotilleos.